Las consecuencias de la contracultura

 

Definitivamente las cosas no andan bien en este país. Lo que antaño era considerado como un aberración, ahora es una hazaña. Los crímenes que se cometen en nombre de un movimiento o de una protesta, se quedan como muestra de la impunidad de quienes dicen hacer política, o pertenecer a un grupo que busca la […]


Definitivamente las cosas no andan bien en este país. Lo que antaño era considerado como un aberración, ahora es una hazaña.

Los crímenes que se cometen en nombre de un movimiento o de una protesta, se quedan como muestra de la impunidad de quienes dicen hacer política, o pertenecer a un grupo que busca la reivindicación de ciertos sectores sociales. Para decirlo de otra forma, estamos ante una nueva etapa donde el orden establecido no se aplica a ciertos sectores de la población porque el conflicto social podría escalar a proporciones grotescas.

Lo que no han entendido quienes tienen por finalidad institucional velar por el establecimiento del derecho y la vigencia de las normas jurídicas, es que estamos perdiendo nuestra esencia como sociedad permitiendo que determinados grupos sociales hagan lo que les venga en gana y violenten el estado de derecho sin que reciban siquiera un exhorto a no repetir ese tipo de conductas.

Y lo más grave es que nuestros presuntos legisladores están demostrando no entender que forman parte del Estado Mexicano, y no de esos grupos contraventores del orden social.

Los mexicanos estamos hartos de tanta impunidad proveniente de los gobiernos que se dicen de avanzada, porque si quieren seguir permitiendo que las leyes se sigan violando, es mejor que las quiten para que no haya consecuencias, y todos, ciudadanos y vándalos, jóvenes estudiantes y normalistas de Ayotzinapa, se dediquen a socavar el orden establecido hasta que el caos nos haga cometer excesos, porque he escuchado muchas voces que ya claman por cárcel a los desestabilizadores que se dicen estudiantes.

No sé que piensen nuestros prohombres y mujeres que en aras de ser distintos o diferentes a quienes nos han gobernado, han perdonado la comisión de delitos a la mayor parte de los desestabilizadores que lo único que están logrando es subvertir el orden social y la estabilidad del país.

Y que me perdonen quienes se sientan ofendidos por este reclamo, pero no puedo tolerar por mi formación como abogado, que no seamos iguales los mexicanos, porque parece
que lo que nos hace diferente es que los normalistas de Ayotzinapa pueden seguir cometiendo delitos sin castigo, pero si nosotros hacemos lo mismo, pararemos con nuestros huesos en la cárcel.

Ese es el México de las diferencias que nos están construyendo quienes por ahora son poseedores de las decisiones, pero habrá que decir que la permisibilidad la han tenido los gobiernos de esta la gran Ciudad de México y el gobierno federal, porque tampoco ha castigado los delitos que se cometen en las instalaciones federales.

Permitir agredir a los cuarteles de los soldados, los únicos garantes de nuestra soberanía como nación, es la peor aberración que he visto en mi vida.

O respetamos la ley o el país se nos va de entre las manos. En México hay mucha impunidad, por eso los delincuentes normalistas hacen lo que les viene en gana.

Y esos que se dicen diferentes a los demás, lo único que propiciarán es que los ciudadanos extrañemos a quienes nos garantizaron la paz y la tranquilidad durante tantos años. Para decirlo más claro, que bueno que ganó la oposición la Presidencia de la República. pero al paso que van, con tanto aval a la impunidad, y los delincuentes que se convirtieron en senadores, no duden que los mexicanos los cambien en la primera oportunidad.

Al tiempo.