Las culpas del mensajero

 

La prensa extranjera se ha convertido en juez y jurado de la política mexicana


En recientes fechas he visto cómo la prensa extranjera, ahora tan penetrada que vende más periódicos que varios nacionales, se ha convertido en juez y jurado de la política mexicana, la que interpreta con singular desparpajo y sabiduría de salón… o de cantina.

En este juego, en el que participan nuestros siempre bien enterados analistas, en su mayoría académicos metidos a arúspices o brujos de Catemaco, no se trata de desmenuzar circunstancias, hechos o consecuencias, sino de iluminar a los siempre tapados ciudadanos y orientarlos para que sepan por quién deben votar.

Los comentarios políticos en los que –insisto– coinciden nacionales con extranjeros, no van más allá de una cierta extroversión o exposición de opiniones personales en las que no se espera sino la aquiescencia unánime de los lectores.

Digamos que el periodismo, como actualmente se ejerce, es un proceso de adoctrinación, de ninguna forma de orientación, aunque en la estimación de antiguos corresponsales extranjeros en México, lo que sucede con las versiones de la prensa extranjera de ninguna forma supera lo que los propios mexicanos exponemos en los medios y, en particular, en las redes.

Al respecto, Miguel Higueras, jubilado de la agencia española EFE y muchos años residente en nuestro país, propone que se relean la crónicas para comprobar que el México que se retrata localmente, es imposible que lo superen los colegas extranjeros peor intencionados.

Advierte que no ha conocido “a ningún extranjero que, aunque coincida contigo en lo que de reprobable vea, no admire a México y a los mexicanos, ni los diferencie en su juicio de los que en México mandan… Uno de esos extranjeros soy yo. Quiero a México, desde que lo conocí, tanto como si hubiera nacido allí, pero siento tan ajenos a los que mandan en México como a los que mandan en España”.

Doy por sentado que Miguel tiene razón, pero no sólo es la prensa extranjera la que ha puesto su ojo vigilante sobre México. A las advertencias papales sobre el peligro de “mexicanización” de Argentina (violencia y narco), pensemos en la OEA y su comisión de los Derechos Humanos, así como la propia ONU que anda en lo mismo sin mencionar a los sucesivos cabilderos gringos que desmenuzan la situación del país, pero curiosamente coinciden en sus conclusiones.

Sin embargo no hay que distraer a quienes se ocupan de lo inmediato y más importante: conservar los huesos obtenidos mediante elecciones. Por hoy no importa el país ni sus habitantes.

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