Las “genialidades” de Fox

 

Fox ha mostrado que la capacidad para enredarse con su propia lengua no se ha acabado


Como presidente era incontrolable, al grado de que tuvo que crearse una vocería que aclarara sus dichos y evitara las señales encontradas y la confusión impulsada desde la cúpula gubernamental. Ahora, como expresidente, Vicente Fox ha mostrado que la energía y la capacidad para enredarse con su propia lengua no se han acabado.

Cuando se le pidió una opinión sobre los primeros desencantos de la alternancia por el desbrujulado gobierno foxista, el priísta Francisco Labastida respondió: “El respeto al sexenio ajeno es la paz”. El sinaloense era un político profesional que resultó un pésimo candidato presidencial, consideró de mal gusto e inconveniente opinar sobre el pobre desempeño y los decepcionantes resultados del hombre que lo derrotó en la elección presidencial de 2000.

Nada obliga a un expresidente a retirarse, pero hacerlo es una señal de responsabilidad en la política moderna. La investidura presidencial representa una distinción de tal rango y un poder de tal dimensión, que mantenerse en activo resultaría poco digno y hasta poco responsable, por la información y las relaciones de altísimo nivel que desarrolla un presidente. En México, cuando los expresidentes no se retiraban se perfilaban para volverse caudillos y tratar de manipular a sus sucesores, hasta que llegaba al cargo uno que los exiliaba, como ocurrió con Calles.

Como regla de oro, los exmandatarios mexicanos no hablaban ni hacían apariciones públicas por lo menos durante el sexenio de su sucesor y generalmente de manera permanente. Hacerlo implicaba no sólo una falta de respeto a la institución presidencial, sino un acto de irresponsabilidad, en el mejor de los casos, o de ambición personal y fuera del lugar, en el peor.

Desde que dejó el poder, en 2006, Vicente Fox no ha dejado de hablar. En muchos casos asumiendo y recomendando posiciones mucho más audaces que las adoptadas por él mismo durante su gobierno, y sin explicar por qué no hizo lo que ahora dice. Por fortuna para México, detrás de las palabras de Fox hay sólo ocurrencias de buena fe y algunas ideas de negocio novedoso, pero no proyectos de poder.

El expresidente tiene un talento natural para conectar con los auditorios y comunicar. Sin embargo, eso nunca garantizó en él la calidad de los contenidos que comunicaba y tampoco lo hace ahora.

Hay quienes piensan que las simpáticas ocurrencias de Fox son inocuas, pero no es así. Al igual que la responsabilidad del silencio de los expresidentes evita que las intrigas y las conspiraciones en la lucha por el poder minen la estabilidad política del país y el valor de la institución presidencial, las gracejadas y las jocosidades, los juicios ligeros y las opiniones desinformadas, emitidas por un expresidente que bien podía haber cerrado la boca, devalúan la institución presidencial.

Twitter @EnvilaFisher

GG