Las “víctimas colaterales”

 

El expresidente Felipe Calderón solía hablar de las “víctimas colaterales” de su absurda guerra contra el narcotráfico


De manera que siempre me pareció desenfadada y discriminatoria, como si no se tratara de seres humanos, el expresidente Felipe Calderón solía hablar de las “víctimas colaterales” de su absurda guerra contra el narcotráfico. Si acaso tres o cuatro por ciento de los ejecutados podrían considerarse civiles inocentes que habrían estado en el lugar y en el momento equivocados, decía; en medio de balaceras con las cuales la fuerza pública suponía estar en camino de derrotar a un enemigo inasible, bien pertrechado y con enorme capacidad de movilidad y emboscadas sorpresivas.

El fracaso en batallas callejeras acaba de confirmarse en Nuevo Laredo, Tamaulipas, donde hubo tres ataques consecutivos de criminales en contra de miembros de la Marina. Fueron abatidas las integrantes de una familia –la madre Nallely Aidé Ruiz Martínez y dos pequeñas de cuatro y seis años– y herido gravemente el papá y conductor Efraín Rojas Santos.

Con el agravante, antes como ahora, de que se criminaliza a quienes mueren violentamente.

Antes solía decirse: “en algo malo andaban”, “ellos se lo buscaron”, “eran pandilleros”. Hoy se les desprecia y se les ofende: “se ha convertido en una especie de negocio el ser víctima”, porque se les indemniza “con cantidades millonarias, bueno, víctimas entre comillas, patrocinadas por las ONG que se reparten esa indemnización”, minimizó el abogado Juan Velázquez, quien trabaja para la Marina y habla en nombre de la institución, pues reconoció que un helicóptero en efecto disparó al auto particular en el que iba la familia, pero solamente fue de manera “disuasiva”.

Le va a resultar más caro al Gobierno y a la Marina haber querido ignorar primero la muerte de civiles y después afirmar que no disparó contra ellos desde el aire, alegando un fuego cruzado en tierra, porque luego los peritajes y los orificios de las ráfagas lanzadas desde un helicóptero desmienten estos reportes.

En fin, que tampoco se puede confiar en las estadísticas cuando las elabora la autoridad.

Recientemente la Policía Federal dio a conocer que, en algo más de una década (2007 a diciembre de 2017) sostuvo 487 enfrentamientos en contra de grupos de la delincuencia organizada, durante los cuales fueron abatidos 924 presuntos criminales, otros 182 salieron heridos y se capturó a mil 422 más.

La Policía Federal reconoce que perdieron la vida 132 agentes federales y hubo al menos 505 lesionados.

Importa resaltar que, en medio de supuesto fuego cruzado, murieron 55 civiles y resultaron heridos otros 99.

Esto parecería dar la razón a Calderón respecto de “daños colaterales”, pues los civiles muertos con violencia en ese lapso representan apenas algo más de cinco por ciento del total. Hay años con mayor porcentaje de civiles asesinados, como en 2009, cuando la relación es de 36 a 5 o en 2010, cuando el registro oficial indica 81 transgresores contra 22 civiles fallecidos.

La memoria refuta la forma de clasificar.

El recuento dice que en 2015 fueron abatidos 116 presuntos delincuentes y sólo tres civiles liquidados. En mayo de ese año ocurrió la masacre en un rancho de Tanhuato, Michoacán: 41 abatidos contra un sólo policía federal muerto. Se probó la alteración de la escena de la balacera, se sembraron armas, por lo menos 22 civiles fueron ultimados por la espalda y con tiro de gracia.

Contra toda lógica, las víctimas se contabilizaron entre los 116 criminales; se les negó la calidad de civiles y bajas colaterales, aunque eran trabajadores y no sicarios.