Latidos o la mortaja que del cielo baja

 

Contradanza está por celebrar 35 años de existencia


Aunque tengamos claro que la vida es una función sin permanencia voluntaria, cuando el final se percibe ante nosotros no queremos que extienda la nada, o el infinito, o la posibilidad de la reencarnación, o la permanencia eterna en otro ámbito del cual ignoramos todo, o… Lo que sea, nada impide que sentimientos encontrados hagan presa de nosotros y nos muestren al desnudo, sin afeites, ajenos a lo que la norma social impone porque el sinsentido nos avasalla: no somos nada, suele decirse ante lo que nombramos Lo inevitable.

Como sea, la vida se nos va,/ las ilusiones pasan/ como se va el dinero/ y la esperanza, dice la canción del calentano Agustín Ramírez, con inevitable nostalgia, dolor ante la ausencia que ya se anuncia, como en Latidos, coreografía de Cecilia Appleton que el público presenció el pasado viernes en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, Centro Histórico de la Ciudad de México, en función a beneficio de la Clínica Crisálida, que el sismo del 19 de septiembre derrumbó en Álvaro Obregón 286, colonia Roma.

En Latidos el azul de la bata del paciente lo identifica como el ser que se encuentra en la situación adversa que genera la enfermedad; la enfermedad que postra y evidencia la debilidad del rey de la Creación, y postra también a quienes lo rodean, porque la enfermedad enferma incluso a los familiares del paciente, los debilita, puesto que deben multiplicar sus ocupaciones para ocuparse también de quien padece.

La maestra Cecilia Appleton y su compañía Contradanza logran una coreografía donde diversidad de sentimientos afloran, impelidos por el deseo de que el otro, nuestro semejante, nuestro otro yo, abandone, supere la situación que su propio ser le prodiga, y no aceptamos, aunque por todos es sabido, que el ser humano lleva en sí todo el potencial para su máximo desarrollo, y es el mismo que lo llevará hasta el final. Ya muerto, soy cabrón si me meneo, trae la memoria a cuento, de modo inevitable, los versos del poema de Renato Leduc “El muerto o de la inmortalidad”: Cuando pienso en tu vida esplendorosa/ casi no creo que la muerte exista…/ pero al fin del camino está la fosa/ fatal, ineludible e imprevista.

Las imágenes y acciones que Contradanza prodiga son prueba viva de la intensa labor que la compañía lleva a cabo para brindar lo mejor de sí en sus creaciones. Latidos es la magistral expresión corporal de los bailarines, que se nutre de la música original de Eduardo González para volverlos el espíritu que insufla angustia, resignación, dolor, aunque también esperanza, inseguridad, tristeza, desaliento; la coreografía nos nuestra la contradicción que somos en la solidaridad de unos con otros, para que el dolor sea menos; también expresa la necesidad de confortar al otro mediante la compañía que sin decirlo brinda afecto, amor, fortaleza, quiere diluir el dolor, atenuar la preocupación de los otros para menguar la nuestra, provocada porque el enfermo es nuestro espejo, nos refleja a corto o largo plazos y quisiéramos que los nuestros no pasaran situaciones como la que el hombre de la bata de enfermo y sus seres cercanos afrontan. Ante el inminente final, el otro puedo ser yo en cualquier momento.

El oficio de Cecilia Apletton le permite integrar, valerse de la iluminación de Francisco Muñoz, el videoarte de Pablo Gasca y la escenografía de Benjamín Urtiz, para lograr un todo narrativo que permite al espectador discernir perfectamente el amargo tránsito de un ser minado en sus facultades, de la luz y la resistencia al imperio de la oscuridad, donde ya somos el que se fue, quien pasó por el reino de este mundo y se reprodujo para perpetuarse en los otros.

No somos nada, suele decirse cuando el reloj inicia la cuenta regresiva y la congoja nos asalta; las diversas tonalidades de la iluminación destacan o diluyen las acciones que en el escenario se suceden, los estados de ánimo que la música de Latidos sugiere y potencian las imágenes que el proyector suministra, dosifica para complementar los que los cuerpos expresan como estira y afloja, pugna de Eros y Tanatos, aferre de quien lucha con denuedo para prolongar la existencia, porque si no lo hace el sinsentido lo aprehende y le impone mortaja, que del cielo baja.

El cuerpo todo toma la palabra. Los cuerpos claman, se postran, aúllan. Son expresión de la Divinidad que devino en Humanidad, en seres que ante la situación límite resisten a las limitaciones de la corporeidad, aunque el Final es destino. Los cuerpos: Manuel Márquez participó como bailarín invitado, y el elenco se completó con Yseye Appleton, Edna Arcos, Zuri González, Patricia Hernández, Lizania Moguel, Carlos Ramírez, Tomás Reyes Vigil, Mariana Rosales, Alberto Soriano y Rosa Villanueva.

Contradanza está por celebrar 35 años de existencia. Con claridad en el rumbo y firmeza en el mando, Cecilia Appleton ha conseguido que la agrupación dancística mantenga enorme presencia entre los creadores, con un lenguaje propio y singular calidad interpretativa, que quisiéramos permeara a todo México porque lo merecemos.