Lección de la Corte

 

Son pocas ocasiones que los mexicanos observamos la aplicación de la justicia


En este país la tan anunciada separación de poderes ha sido siempre una aspiración colectiva, y después de casi 200 años por primera vez hemos comenzado el camino para reorganizar el estado de derecho y el respeto al orden público. Y digo que se había convertido en una aspiración porque las instituciones han estado a merced de los dictados de ese presidencialismo a ultranza, y cuya investidura se consolidó al paso del tiempo en una institución cuasi imperial, donde la voluntad y vocación de poder del mandatario en turno regía la vida en común de todos los mexicanos.

Ayer ocurrió un hecho inédito. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó la destitución del cargo, y consignación del Municipio de Paraíso, allá en Tabasco, así como la consignación de diez regidores por desacato a una sentencia de amparo. Esta decisión se debió a que los irresponsables regidores incumplieron con un fallo dictado en 2012, y que se les debió pagar una cantidad cercana a los 38 millones, que al cuerpo edilicio le pareció exagerada.

Son pocas las ocasiones en que los mexicanos observamos la aplicación de la justicia de forma severa, y este hecho puede ser el parteaguas que marque el antes y el después. Y me parece que lo necesitamos para volver a confiar en nuestras autoridades judiciales que hasta ahora se habían mantenido al margen de los cambios importantes que ha venido realizando este país en materia de aplicación de justicia.

Bien por la Corte, pero se tienen que aplicar mecanismos de funcionamiento que le otorguen mayor y fluidez a la aplicación de la justicia.

Y vaya que se fajó la Corte, porque ademas determinó que se van desde el segundo hasta el décimo regidor, además del presidente municipal Bernardo Barrada Ruiz, quien ha sido consignado para que responda por sus lamentables hechos de negarle el derecho que tuvieron los regidores para recibir una cantidad extra por los trabajos asignados. Claro está que una golondrina no hace verano, pero nuestra senecta institución ha dado una muestra de lo que se puede lograr cuando se unen la energía y la decisión.

Claro está que para lograr el cambio que merecemos los mexicanos en nuestro caduco sistema de impartición de justicia, se requiere que los propios integrantes del órgano supremo deliberativo se concienticen de que tienen la obligación de responder a los mexicanos mediante la práctica cotidiana de conductas probas, y aplicando la ley sin distingos y de forma unánime para que esos hombres y mujeres que piensan que están capacitados para hacer su santa voluntad entiendan que la aplicación del derecho es para todos y sin distingos de raza, credo, religión u ocupación.

El primer paso es ceñirse al mandato constitucional de que nadie puede ganar más que el Presidente de la República, quien percibe 203 mil pesos mensuales de salario, y los ministros por una autonomía mal entendida se han asignado salarios que atentan no tan solo contra la letra constitucional, sino contra el entendimiento de ese pueblo al que dicen servir, 640 mil pesos mensuales es el salario de un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Un trabajador que percibe un salario mínimo tendría que trabajar 20 años para ganar el salario mensual de un ministro de la Corte. Eso no es justicia, es mendicidad, y los senectos y ambiciosos ministros lo saben muy bien. Al tiempo.