Los acosadores

 

Hoy se conocen denuncias por acoso sexual en todos los ámbitos posibles, especialmente el artístico, plagado de oportunistas que quieren ganar su cuarto de hora de fama


Ya no se trata de clamores contra la invasión de privacidades, de  violencia contra un semejante, de causar alteraciones psicológicas por miedo, angustia e inseguridad.

Pasamos de la denuncia válida a la moda que se inició ¿lo recuerdan? cuando presunta periodista declaró que un mexicano (entiéndase prieto, chaparro y barrigón; un naco, pues) le había dirigido sendos piropos, versión que cambió por otra más extrema: le bajó los calzones en pleno día y a la vista pública.

Los videos mostrados nunca encontraron el momento en que le bajaron sus chones; sí el momento en que le lanzaba el piropo, que nunca dijo que fuera majadero.

En grabación anterior la dama casi suplica que un joven rubio, alto y elegante, le diga un piropo y que la lleve a la cama. Cuestión de estética, dirá ella, de discriminación, opinamos.

La cascada de denuncias fue propiciada por lo que sucede en Hollywood. Un productor haciendo uso permitido desde siempre, sometió a las ahora divas que empoderadas revelan nombre del abusivo y circunstancias a las que aceptaron someterse.

Hoy se conocen denuncias por acoso sexual en todos los ámbitos posibles, especialmente el artístico, plagado de oportunistas que quieren ganar su cuarto de hora de fama.

Seguramente algunas son verdaderas, pero es de temerse que en su mayoría se trate de aparecer en los medios, así sea ensuciando el buen nombre de personas con buena fama y trayectoria conocida.

Pensaría en este caso en Ricardo Rocha.

Más allá, surge un movimiento con movilización al canto por la consabida denuncia de acoso y hostigamiento en Filosofía y Letras de la UNAM, en tanto alumnas de la Septién García piden la expulsión de profesores por similar causa. Quizá sea cierto.

Como experiencia de vida: a un querido colaborador, joven y apenas despuntando en las tareas informativas, lo acusaron de violación de una niña de poquitísimos años. Encarcelado, la tutora de la pequeña rechazó que la sometieran a cualquier examen. Y la infante nunca entendió de qué le hablaban.

Tampoco aceptaron nuestros justos solones comprobar que en las fechas que se mencionó como abusador, estaba fuera del país.

Lo cierto es que la denunciante, una mujer en los bordes de la tercera edad, de aspecto fiero y muy robusta, fue la que pretendió violar al joven cuya resistencia y desprecio hacia la señora provocó su odio.

Así está la moda de las denuncias de acoso sexual cuya falsedad debería castigarse con la energía con que se hacen.