“Los adelitos” de los 400 pueblos

 

La ola de protestas, manifestaciones y otras desvergüenzas


CARLOS FERREYRA CARRASCO

Anuncian que pronto estarán de nuevo con nosotros. En la ola de protestas, manifestaciones y otras desvergüenzas, extrañamos los encueramientos de César del Ángel,  comandante en jefe de las aguerridas huestes de los 400 pueblos que durante años y meses se han apoderado de Reforma e Insurgentes.

Sus protestas eran contra Dante Delgado, exgobernador jarocho y franquiciatario de un partido político de cambiantes siglas y con variedad de simpatías democráticas. Hace un par de años recordábamos: En la década de los 60 apareció César en la revista Sucesos para todos, lo culpaban de la matanza de copreros en Acapulco en agosto de 1967, durante la asamblea de productores en la que el candidato de Del Ángel, Luis Berdeja, perdió por mil 500 votos entre 15 mil productores.

Del Ángel ordenó apoderarse de la unión mientras se refugiaba en hotel cercano. Sabía lo que vendría: un grupo de pistoleros los esperaba, hubo 38 muertos y más de cien heridos.

Así, encontró un modus vivendi que lo sacó de la pobreza. Se trasladó a Veracruz donde creó la organización De los 400 pueblos, utilizando a campesinos para invadir tierras ofreciéndoles la propiedad.

Se vio envuelto en otros hechos de sangre, pero salía indemne por su cercanía con Sebastián Cabrera Guzmán, su cuñado. Para asegurarse, fijó sus actividades en las zonas norte y centro, donde el líder petrolero ejercía su cacicazgo.

Los gobernadores no se atrevían a tocarlo. En 1990 y tras un choque en el que murieron cuatro policías, Dante lo apresó para recibirlo en Palacio de Gobierno, reprenderlo y dejarlo en libertad.

Posteriormente, lo mandó capturar en el Distrito Federal, lo recluyó en el penal de Pacho Viejo, de donde el sucesor Patricio Chirinos lo liberó.

Sobrevalorado, dejó de firmar la boleta de liberación, por lo que lo encarcelaron. Miguel Alemán, gobernador, lo perdonó y en agradecimiento César se lanzó contra los comuneros de Chichicastle, a los que pretendía despojar.

En una entrevista publicada por Excélsior, explicó que su lucha es personal contra Dante. Dijo que no se aloja en los campamentos en torno a la estatua de Cuauhtémoc, porque tiene departamentos en Polanco y la Zona Rosa, que le gustan los buenos restaurantes, los vinos españoles y usa chamarra negra de piel (no de cuero) porque, ¡increíble!, “no le gusta disfrazarse de campesino”.

En la siguiente protesta considera una variante: mujeres encueradas y varones con falda, rebozo terciado y letreros: “Somos los adelitos”.