Los camineros

 

Otros tiempos, otros criterios de servicio a la nación.


Resulta insólita la forma en que los gobiernícolas en turno han logrado enredar los sistemas burocráticos para facilitar moches, comisiones y otras maniobras con las que se están enriqueciendo a ojos vista y a ciencia y paciencia de los ciudadanos que, después de todo, nada podemos hacer para impedirlo.

Hoy está de moda el boquete de la carretera en Cuernavaca pero mañana estaremos hasta el cogote con la llegada a México del extraño sujeto ése, exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, al que se ha protegido tanto, que no resulta ocioso pensar que lo enjuiciarán por sacarle la lengua a un juez o por escupir en la banqueta cuando huía.

Los delitos por los que se le extradita, hasta lo sabido, son menores y sólo podrá ser sometido a juicio por ésos y por ninguna otra falta o infracción. Saldrá a gozar en libertad su proceso y es de suponerse que antes de seis meses esté acompañando a su mujer y sus hijos en el extranjero.

Por supuesto gozando de las delicias de una sólida fortuna acumulada tras años de esfuerzos estrechando ligas con las más altas esferas del poder público.

De allí su amenaza, antes de salir pitando a Guatemala, de documentar la entrega de dos mil 500 millones de pesos para la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. En un chico rato hasta es cierto…

Sobre el agujero en la carretera, hace muchos años había una Dirección Nacional de Caminos donde se trazaban rutas, se diseñaban caminos y se construían.

Todo a cargo de ingenieros altamente especializados en la propia dependencia.

No se caían los puentes ni se hundían los caminos, mucho menos se derrumbaban las trabes de los trenes. El trabajo era concienzudo y una especie de reto entre los mismos profesionales para ver cuál encontraba las mejores soluciones para cada problema.

Como cita incidental: de Coatzacoalcos a Villahermosa, debieron cruzar infinidad de pantanos, terrenos sin sustentación para el peso del camino y los vehículos que los usarían.

Con arena en la que había gran cantidad de moluscos, se asentaron los terrenos pantanosos. Las conchas hacían la vez de burbujas que sostenían al resto de la estructura.

Creo que nunca se ha registrado un hundimiento en esa región, en la que estuve en un campamento acompañando a mi padre, caminero de corazón, que además trabajó en la México-Querétaro, México-Acapulco y, en la prehistoria, en la Nacional.

Otros tiempos, otros criterios de servicio a la nación.

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