Los muertos como mercancía…

 

Pronto será el Día de Muertos, cuando en México se extiende la nostalgia por los idos y en bien de la tradición, además de los entierritos con monaguillos de cabeza de garbanzo crudo, levantaremos altares con la comida predilecta de los fallecidos y recitaremos, como en rosario cristiano, que el mexicano se come a la […]


Pronto será el Día de Muertos, cuando en México se extiende la nostalgia por los idos y en bien de la tradición, además de los entierritos con monaguillos de cabeza de garbanzo crudo, levantaremos altares con la comida predilecta de los fallecidos y recitaremos, como en rosario cristiano, que el mexicano se come a la muerte, el mexicano adora a la muerte…

La muerte se ha transformado, de rito ancestral en simple mercadería. Un naciente culto que ha cooptado adeptos con un ritmo asombroso, la Santa Muerte, puede observarse en los barrios marginales que tienen mayor carga de delincuencia. Sus oficiantes invaden espacios públicos para levantar sus aras y celebrar sus ceremonias religiosos. Cobran por eso y mucho.

Aparte venden ropa, insignias, tatuajes, y libros con oraciones. Todo un negocio.

Las casas funerarias de lujo se han convertido en plaga. A diario llaman por teléfono para proponer pague ahora y muérase después; pague con descuento y actúan bajo el criterio populachero del braví de barrio que vociferaba ¡Vámonos muriendo hoy, que están enterrando gratis!

Tanto muerto por todo el país, ha propiciado que se pierda gracia al anunciar los crímenes horrorosos, los que causan conmoción social. El terminajo “autoviudas” tuvo su origen en el crimen cometido por la esposa de afamado médico que, dijeron en su momento, violaba a sus hermosísimas hijas. Antes de este asesinato, las que despachaban a sus maridos eran hienas, criminales infames y epítetos parecidos.

Los medios impresos de mayor circulación eran “La Prensa” y “Alarma”. El primero, diario, circulaba más que el resto de los cotidianos, mientras que la otra tenía más ejemplares en circulación que todos los semanarios del país.

Las cabezas eran crueles y a la vez inocentes: Mató a su madre sin justificación… y ahí corríamos a ver cuál era esa no justificación o si había tal para deshacerse de la progenitora.

Una parodia con notable éxito, cuando se prohibió la circulación del semanario, se llamaba “Al—Arma”. En su más célebre cabezal tituló: Violola, matola y friola. Y luego con una foto de brillante artefacto culinario, la descripción: La sartén asesina.

Hoy no asombran los asesinatos, ya no llaman la atención pozoleros, entierros clandestinos o ejecuciones masivas. Convertimos la muerte en factor económico. Olvidamos la sabiduría nazi de que un muerto es una persona, duele, un centenar de muertos son simples estadísticas.

Celebremos este 2 de noviembre el Día del Matemático. Será lo apropiado.