Mancera, el último dilema del PRD; o cómo hacerle el juego a Morena

DE MÉXICO, 10MAYO2016.- El Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, encabezó el evento Segunda Etapa de la Nueva Cultura Laboral “Permisos Retribuidos”, donde dio a conocer los nuevos derechos a los que son merecedoras las mujeres trabajadoras y aprovechó para felicitar a quienes fuesen madres. Al finalizar el evento, un mariachi tocó para las mujeres trabajadoras de servicios de limpieza, oficialía mayor y de Centros de Desarrollo Infantil. FOTO: TERCERO DÍAZ /CUARTOSCURO.COM 

La estrategia de Mancera de apostarle a un cuarto polo político


Lo único que heredó el PRD del ADN del viejo Partido Comunista Mexicano que le cedió el registro como partido fue el sectarismo por encima de la racionalidad. Los gobernadores perredistas trataron de aislar al jefe de gobierno perredista en la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, pero al final ellos quedaron aislados en el PRD.

Los expriistas Arturo Núñez y Carlos Joaquín, el expesetista (PST echeverrista) Graco Ramírez Garrido Abreu y el perredista Silvano Aureoles Conejo primero se definieron como “gobernados progresistas” porque no alcanzaron la dimensión de “izquierda”, luego plantearon la unidad excluyendo a Mancera y finalmente ignoraron que el PRD se perfila como cuarta fuerza en las elecciones presidenciales de 2018 con apenas siete por ciento de los votos y bajando.

Los liderazgos perredistas han ignorado una realidad: la fundación de Morena y la dirigencia activa de Andrés Manuel López Obrador han desplazado al PRD del tercer lugar político al cuarto y en cada elección pierde más votos. Lo único que ha salvado al PRD ha sido su alianza con la derecha panista y con los resabios del priismo excluido de candidaturas.

Ante las autodeclaradas precandidaturas presidenciales de Ramírez y Aureoles y sus activismos en la República –con sus estados sumidos en el desastre político–, su presencia en las encuestas no pasa de uno por ciento, en tanto que Mancera ha tenido que cargar con los problemas del PRD para tener un siete por ciento por sí mismo y aumenta más si aparece fuera de la boleta del PRD y se localiza en los espacios de candidaturas independientes.

De ahí el mensaje político implícito en la alianza de los cuatro gobernadores perredistas: o el PRD se une alrededor de una candidatura realmente competitiva o sus posibilidades para 2018 se verán reducidas a la condición de partido de la chiquillería.

La estrategia de Mancera de apostarle a un cuarto polo político –luego del PRI, el PAN y Morena– no se sustenta en la posibilidad de asumir la alianza de Movimiento Ciudadano o el PT, sino en el objetivo de construir una candidatura ciudadana alrededor no de una ideología, sino de una propuesta de gobierno. El PRI va por la continuidad del grupo del presidente Peña Nieto, el PAN tendrá que cargar con el peso negativo de la fresca presidencia de Felipe Calderón y Morena se va a ahogar en el polémico caudillismo bonapartista de López Obrador y su presidencia legítima.

Las encuestas señalan un rechazo a los personalismos con pasivos recientes y está poniendo atención a las figuras independientes que representan ofertas tangibles al margen de los partidos. Frente a las tendencias de 20 por ciento promedio de los principales aspirantes de PRI, PAN y Morena, los sondeos han revelado 35 por ciento de votantes indecisos que podrían decidir una elección, como ha ocurrido en experiencias recientes en otras partes del mundo.

En el fondo, el bloque de gobernadores del PRD quedó en una nueva tribu de tribus con la cual habrá que negociar y no hizo más que recalcar el temor de que el PRD sólo tiene un precandidato con competitividad:

Mancera. Pero esa posición debe pasar por una coalición dominante interna en el PRD en torno a una candidatura que compita primero contra López Obrador y después que jale el voto de los indecisos que en realidad representan un repudio a los partidos justamente por excesos como los de Núñez, Ramírez, Aureoles y Joaquín.

Política para dummies: La política es el sentido de la oportunidad y no la interpretación de las pasiones.