De Bantú y otras tragedias

 

La muerte de Bantú alimentó el debate por la existencia de zoológicos en CDMX


El dominio del entorno y de sus especies ha sido el precio. El motivo: el sentimiento de posesión. Juntos, precio y motivo, tasan la vida de todo y de todos.

Son el poder y la gloria. Aparentemente a los animales les tocó lo peor parte en esta historia compartida y que se institucionalizó hace unos 3500 años cuando la reina egipcia Hatsheptuf fundó lo que se considera el primer zoológico del mundo. Entonces se sumó un tercer integrante: el ego que hizo su parte y todo gobernante sintió digno de poseer colecciones exóticas. Con el correr de los siglos y el despertar de algunas conciencias, el sometimiento abrió paso al estudio, a la observación y más recientemente a la preservación como justificaciones para los zoo. El número de especímenes sometidos, convertidos en inquilinos, sumado al “avance de la modernidad” y egos exacerbados por el consumo, dieron por resultado una carnicería. Creció entonces el deseo por “humanizar” a las especies confrontando las visiones. La muerte de Bantú, gorila nacido en la capital, para buscar reproducción, la sedación y la forma en la que se despedazó el cuerpo para la cremación tras una cuestionada necropsia, alimentó el debate por la existencia de zoológicos en CDMX. La viabilidad económica está al centro. Ya se proponen sustitutos virtuales como los que prosperan en Europa, pero mal vistos por empresarios capitalinos y hasta integrantes del gobierno local.

El no rotundo” a posibles programas para liberar especies, y amenazas de muerte contra los precursores en aras de la tradición e historia, enrarecen –aún más– el ambiente. Y otra vez precio, motivo y ego están presentes tergiversando la visión de poder y gloria. Porque el león no es komo lo pintan, sin duda, la mayor de nuestras tragedias.

Miopía pura.