¡Viva méxico! (2)

 

La patria, y matria, son, además de sus héroes, lo que comemos y amamos, sus lugares entrañables y nuestra historia


Estoy muy agradecido. Los comentarios y correos de amables lectores relacionados con mi artículo anterior fueron muchos y muy gratos.

Agrego entonces al listado previo otros temas, lugares y personajes sugeridos por ellos, más otros omitidos por mí a causa del espacio.

Las nuevas razones son estas: por el patio interminable de la casa de mis abuelos en Campeche; el verde oscuro de la selva quintanarroense; Paquita la del Barrio, el Santo y Blue Demon; Calvillo y el dulce de guayaba de Aguascalientes; Taxco y el caldo de pato de Iguala en Guerrero.

El mar de Mazatlán engulléndose al Sol dorado; una novia lopezvelardiana de ojos zarcos que tuve en un pueblo muy pobre, cuya impronta se mantiene 40 años después; el mezcal de agave xamini y las tlayudas con asiento de Oaxaca; el recuerdo de una niña estudiando su lección de piano en los portales de Santa Lucía, en Mérida, bajo la plácida mirada de sus padres, y su amable permiso para pasar a su sala y ser parte de esa escena imborrable; Chignahuapan; el convento de Acolman; los tacos de pechuga del “Huero” a la altura del aeropuerto en Pachuca.

La Iglesia de Santo Domingo en Oaxaca; el mole de caderas en Cholula; el pollo en penca de Tlaxcala; Nahui Ollin, Diego Rivera y el Doctor Atl; Real de Catorce y la plaza de toros de San Luis Potosí.

El helado de coco, los piononos y los arrollados de crema de la nevería El Colón en Mérida; Pastor Cervera, el último bohemio y las tardes de trova en la cantina El Foreign de esa misma ciudad.

La patria, y matria, son, además de sus héroes, todo esto, lo que comemos y amamos, sus lugares entrañables y también nuestra propia historia.

¡Viva México!

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