Milonga

 

“Te consumieron, ciudad mía. En aras del negocio borraron tu esencia”


¿Dónde te me perdiste, ciudad amada? Fuente de melancolía, de tenerte no teniendo.

De evocar tu larga impronta, tu remota cercanía. Aquel México de apenas 30 años atrás, hoy un verbo sin conjugación en futuro y casi sin presente, solo con un pasado cada vez más diluido en el recuerdo. En las tandas del Blanquita y el remate en Garibaldi, entonces seguro y limpio. En las vidrieras navideñas de la H. Steele, y en el reparador huacal con pechuga de Zenón, el de los caldos.

Te recorrí sin riesgo de cabo a rabo, de Tepito en madrugada a la Hipódromo Condesa, de las chufas de Durango a la birria de San Camilito. Éramos muchos desde entonces, pero se conseguía entrar a cualquier lado, a 15 minutos de la función. Según Sabina, el amor es una epidemia que se acaba con el tiempo. Tú lo desdices. Diste el amor como un certificado de naturalización, pero me hurgo, y ya no te encuentro, nada más te añoro.

Te consumieron, ciudad mía. En aras del negocio borraron tu esencia. Cambiaron tu señorío por maquillaje y afeites. Culpables ellos por ambiciosos y nosotros por dejados. Muchacha fresca, siguiendo a Zitarrosa, te pido que no me guardes rencor.

Ya no puedo darte amor, ni tú puedes darme olvido. Pude enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo. Ya no me gustas. Ganar plusvalía te hizo perder frescura. Cambiar tu entraña te quitó espontaneidad. Hoy traigo a Sabina muy a flor de piel: “he cometido el error de volver al lugar donde he sido feliz, por las arrugas de mi voz se filtra la desolación de saber que estos son los últimos versos que te escribo, este pez ya no muere por tu boca, este loco se va con otra loca, estos ojos no lloran más por ti”