Narcunam…

 

Son 350 mil estudiantes y 50 mil mentores sin defensa bajo el poder de los delincuentes que defenderán “la autonomía” a balazos, como lo estamos viendo


Dos fotos en la primera plana de un diario local son todo un canto al importamadrismo, la incapacidad y el histrionismo – lamento decirlo– de las autoridades universitarias y las de la justicia.

En la primera gráfica se ve a un grupo de personas, todas de impecable terno, corbata y camisa blanca, uno de ellos se mesa la barba con evidente gesto de preocupación o quizá como muestra de lo profundo de su pensamiento.

Todos con el ceño fruncido revisan acuciosamente el sitio donde murió a balazos “El Barbas”, el narcomenudista que hace seis meses fue detenido por lanzar balazos al aire en pleno campus y por cargar en su mochilita varios kilos de droga. De paso: la universidad nunca lo denunció.

En la otra foto del mismo cotidiano se ilustra el momento en que narquitos preparan y consumen sus productos. Es en la misma UNAM pero a cientos de metros de los acuciosos observadores.

Meterse con la universidad es igual que discutir con Testículos de Jehová o, como dicen en feis, alegar con un simpatizante del Peje. No hay razones válidas, sólo lo que el canon establece. Artículos de fe.

Triste escuchar del rector que no le temblará la mano para expulsar a los traficantes de drogas, los mismos que moran en el llamado Auditorio “Che” Guevara, donde festejaron el buen sentido del humor del funcionario.

Tiene el parapeto de una autonomía cuyos padres pensaron como libertad de cátedra, universalidad del pensamiento y el conocimiento sin límites ideológicos. La transformaron en extraterritorialidad y apenas escuchan policía, la relacionan con represión y exacción. Y los narcos, felices disfrutando de su intocabilidad. Son inalcanzables y trabajan con el testimonio de un sistema de vigilancia temeroso y sin recursos físicos o materiales.

Son 350 mil estudiantes y 50 mil mentores sin defensa bajo el poder de los delincuentes que defenderán “la autonomía” a balazos, como lo estamos viendo.

Y los inocentes que se suman a esta postura garantizando el comercio de drogas en el campus del que los universitarios no son sino visitantes. Los dueños son otros.

Pero mientras se sigan viendo el ombligo…