Nuestra despreciable kakistocracia

 

El problema es esa ineficiencia que se nos ha enraizado tanto


Alguna vez el pensador italiano y teórico del Estado, Michelangelo Bovero, definió a la “Kakistocracia” como el gobierno de los peores. Lo que nunca nos dijo fue la forma en que debiéramos identificarlos y, en su caso, la forma de echarlos del poder. En sus brillantes ensayos también fue insistente al señalar que a una sociedad organizada no la detiene nadie, pero tampoco nos dijo cómo organizarla y liderarla para que no se salga del control y se mantenga unida hasta alcanzar su finalidad.

Los mexicanos podemos vanagloriarnos de que somos uno de los países en los que a pesar de que ocurren muchas cosas malas, seguimos pensando que estamos bien, o incluso más que bien. Y no es que nuestras percepciones tengan o padezcan alguna alteración que distorsione esa realidad que nos hemos construido y en la que no pasa nada, simplemente es que no se nos pega la gana que los demás se enteren que vivimos en una condición que nos agobia por todos los rincones de nuestra conciencia colectiva.

El problema es esa ineficiencia que se nos ha enraizado tanto, que nosotros mismos no entendemos dónde comienza, y la forma de terminarla o exterminarla.

Porque sigue lastimando y doliendo que veamos niños que no van a las escuelas, y a la quinta parte de los mexicanos alimentándose solamente una o dos veces por día porque no hemos sabido cómo sacarlos de su ignominia.

Por otra parte, los especialistas han definido a la gobernabilidad como la capacidad del Estado y el Gobierno para responder a las necesidades de su sociedad. Eso quiere decir que en México esa circunstancia no ha pasado de ser un modelo aspiracional, hasta en tanto no seamos capaces de establecer reconocimientos a cambio de eficiencia, eficacia y honorabilidad. Algo que por cierto nunca hemos siquiera intentado.

Es indudable que ha llegado la hora, porque nuestra lamentable realidad sigue indicando que se mantiene vigente ese apego a modelos de vida que debimos haber superado hace muchos años, y que ese conformismo masivo solamente nos seguirá manteniendo en la más despreciable de las pobrezas. No lo merecemos ni lo merecen las generaciones venideras de este país. El gobierno de los peores tiene que dejar de ser la única opción para nuestro futuro.

La siguiente elección tendrá que ser también la elección de las definiciones ciudadanas. No sé si los hombres y mujeres que han señalado que quieren contender sean los finalmente aparezcan en las boletas, lo que sí entiendo como necesario es que desde la sociedad misma comience a modelarse la exigencia de la pulcritud, pero sobre todo la profundización en los mecanismos de transparencia en el uso de los recursos públicos.

Si logramos vigilarlos, tendremos una oportunidad de cambiar a México. Si colocan frenos a nuestras aspiraciones, entenderemos que no hay más camino que la resistencia civil para que no tengan dinero. La huelga de pagos y contribuciones también es una opción, porque lo que ellos gastan y sustraen sale de nuestros bolsillos. Al tiempo.