Otra deuda

 

El Estado abandonó su obligación constitucional


La educación inicial es determinante para la vida futura de todo ser humano. Atiende los primeros mil días de existencia y abarca aspectos fundamentales para el buen desarrollo físico y emocional, tales como cantos de cuna, caricias, amamantamiento y prácticas nutricionales, apego al padre, pues a la madre es connatural desde la gestación, involucramiento de éste en su atención y alimentación, estimulación y masaje.

Los países más avanzados la privilegian y le destinan recursos cuantiosos. Quizás ello explique su desarrollo humano.

En México se descuidó hace mucho. El Estado abandonó su obligación constitucional de impartir y regular esta educación y la subrogó a particulares para simularla en instalaciones donde en realidad se ofrecen servicios de guardería, totalmente distintos a su esencia. La educación inicial es asunto de especialistas, no de cuidadoras empíricas. Requiere además de instalaciones y equipo científico de última generación. Hoy son excepcionales las instancias públicas o privadas donde realmente se observan sus principios.

Por si fuera poco, a este abandono se sumó una decisión criminal: volverla coto de algunos partidos políticos y de líderes impresentables, a los que se han canalizado cerca de 4 mil millones de pesos para “subrogarles” Centros de Desarrollo Infantil (Cendis), donde supuestamente se ofrecería tan trascendente servicio. Es una irresponsabilidad monumental, pero no es la única.

Hay agrupaciones violentas, desquiciadoras de la vida pública, especialmente “campesinas”, a las que se ha permitido operar, bajo sus reglas y muchas veces al margen de los programas oficiales, sus propias escuelas, desde preescolar hasta superior, obviamente financiadas con dinero público. Llegan al extremo de determinar unilateralmente a sus maestros.

¿Y los concursos de ingreso, evaluación y promoción tan cacareados dónde quedan? La educación es un bien social, y conducirla es facultad exclusiva, e irrenunciable, del Estado mexicano. También en esta materia nos han quedado a deber. ¡Pobre México!

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