Peña VI (1): cómo perder el poder en dos años y culpar a los demás

 

No fueron sólo los casos de Ayotzinapa y la Casa los que derrotaron al PRI en 2018, sino la severa crisis en el liderazgo presidencial en el PRI


El itinerario sexenal de Enrique Peña Nieto se resume en pocas palabras: lograr la candidatura de un PRI aplastado por Roberto Madrazo Pintado, ganarle a la figura política de Andrés Manuel López Obrador con casi seis puntos de ventaja, conciliar a todos los partidos en el Pacto por México, realizar reformas constitucionales con un tercio legislativo y hundirse en una cadena de errores políticos hasta perder la Presidencia.

La estrategia de Peña Nieto era conservar la presidencia del PRI por otro ciclo de 24 años o cuatro sexenios con una generación propia de funcionarios educados para el poder. Se trató de repetir el camino y modelo de Carlos Salinas de Gortari en 1988, a través de la modernización económica.

El problema en política no radica en cometer errores, porque nadie es perfecto.

Lo malo es cuando se cometen los mismos errores: a los propios, Peña Nieto reprodujo los de Salinas, sobre todo el de desdeñar a la oposición, carecer de sensibilidad política para detectar las crisis y suponer la existencia de una sociedad priista sin sensibilidad.

A lo largo de casi seis años, Peña Nieto gobernó para sí mismo y desdeñó las señales de la realidad. De diciembre de 2012 a julio de 2015, Peña pudo consolidar un liderazgo modernizador y mantener al PRI en 2015 con 30.6 por ciento de votos y 41 por ciento del Congreso federal. En 2015 sólo perdió tres gubernaturas de nueve.

La crisis de los normalistas de Ayotzinapa y la revelación de la “Casa Blanca” ocurrió a finales de 2014, pero su impacto político estalló a finales de 2015. En 2016 el PRI perdió siete de 12 gubernaturas en pugna y en 2018 perdió ocho de las 9 en disputa. Y el mensaje más claro fue contundente: en 2017 el PRI perdió las elecciones de gobernador en el Estado de México ante Morena de López Obrador, aunque pudo conservar el cargo por el voto de los aliados priistas que le dieron la pequeña ventaja de 2.8 puntos porcentuales.

El problema no radicó en el juego electoral donde se pierde y se gana, sino que el error estratégico de Peña fue no haber entendido los mensajes de los electores cada vez más libres y un PRI sin presencia electoral. La crisis de 2016 con la pérdida de siete gubernaturas tuvo un mensaje político: el presidente del PRI era Manlio Fabio Beltrones, un experimentado político.

El error de Peña Nieto fue suponer que esas derrotas respondían a la declinación total de los políticos tradicionales; por eso designó como presidente del PRI a Enrique Ochoa Reza, un funcionario sin militancia, ajeno al PRI y carente de cuadros.

La entronización de Ochoa en el PRI significó la toma de la estructura de poder político priista por los cuadros peñistas del Estado de México: Luis Videgaray Caso, Aurelio Nuño Mayer, Ochoa y José Antonio Meade Kuribreña. El otro mensaje de 2016 tampoco fue escuchado: el voto social contra la corrupción de gobernadores de la generación Peña. Y el tercero fue el más obvio: el desplazamiento de los políticos en las candidaturas a gobernadores provocó que aspirantes frustrados se pasaran a la oposición… y ganaran.

Así que no fueron sólo los casos de Ayotzinapa y la Casa los que derrotaron al PRI en 2018, sino la severa crisis en el liderazgo presidencial en el PRI, el fracaso de los políticos peñistas y el desdén hacia el avance de Morena de 2015 a 2017.

Política para dummies: La política es el único camino para mantener el poder.