PRD S.C. de C.V

 

Ahora hay dos tipos de PRD


Cuando los partidos políticos son como empresas, grandes o pequeñas. Cuando los partidos políticos se heredan a sí mismos. Y cuando los partidos políticos son sólo la suma de una ambición a la búsqueda de un ideal que disfraza los objetivos particulares de cada uno de los que pretenden gobernarnos, sufren crisis como la que atraviesa el PRD en este momento.

Ahora hay dos tipos de PRD. Por una parte, está el de la gesta democrática, el de Porfirio Muñoz Ledo, el que surgió a raíz de las polémicas elecciones de 1988, en las que Cuauhtémoc Cárdenas y Carlos Salinas se debatían el triunfo y en las que de no haberse caído sospechosamente el sistema que contaba los votos, el régimen priista se hubiera abatido desde entonces, ya que todo indicaba que Cárdenas sería el ganador.

Pero por otra parte, está el partido que se transformó en una fragua de ambiciones y que dejó de lado los sentimientos humanos.

Sin embargo, al final del día los partidos deben tener o su interés muy claro –por ejemplo, Movimiento Ciudadano–, o actuar como un bróker de la política, como un ideario con credibilidad o como un conjunto de oportunidades reales.

En ese sentido, Morena es al PRD, lo que los sistemas digitales son para la tecnología analógica. Es decir, no sé si es la izquierda posible –ya veremos si es la deseable– pero desde luego es la izquierda del siglo XXI frente a un partido que ha gobernado desde hace muchos años la Ciudad de México, sacando de ahí su carácter.

Aunque lo que no ha terminado de redefinir son sus perfiles ideológicos, sus propuestas concretas, ni sus contenidos de oferta social, más allá de los programas del Gobierno de la capital de México.

En este momento apoya a un candidato independiente como Miguel Ángel Mancera. Sin embargo, ellos mismos han trenzado tal cantidad de intereses, tal cantidad de información entre los grandes y los pequeños propietarios, entre las grandes y las pequeñas familias, que ahora son por una parte una enorme deuda, por otra, un conjunto de siglas y por otra, los que pueden hacer o deshacer una alternativa presidencial.

El problema del PRD no es Miguel Barbosa, ni que los senadores se vayan a Morena, puesto que todo político tiene derecho a pedir que se respeten sus ideologías.

El problema es que al final el PRD no tiene programa, no tiene candidato, no tiene estructura, y lo que tiene es la red de intereses más copada de lo que significa el oficio de vivir en política.

Al fin y al cabo el PRD es hijo del PRI, así como también le sucede a Morena, y en ese sentido es lógico que aunque sean segunda o tercera generación, los hábitos familiares aparezcan de vez en cuando