PRI 22: ni candados ni consultas, sino Estado salinista o popular

 

El PRI ha perdido por el PIB, no por los candados


Si los priistas en realidad quisieran reasumir el control del partido desde las bases, entonces su problema no estaría en los candados de militancia engañosa, sino en la redefinición del proyecto neoliberal de partido, de Estado y de ideología priista que le impuso Carlos Salinas de Gortari desde el Plan Global de Desarrollo de 1980 a la firma del tratado comercial con EU en noviembre de 1993 y que se ha extendido hasta el 2018.

Y si bien los priistas lograron reinsertar el concepto de Revolución Mexicana en la declaración de principios del partido en su XVIII asamblea de noviembre de 2001 –ya en la oposición–, su programa de gobierno siguió siendo, hasta las reformas de 2013- 2014 que aprobó Peña Nieto con el voto del PAN y del PRD, el del salinismo neoliberal.

Las razones de la pérdida de base electoral del PRI –de 80 por ciento en 1982 a 29 puntos porcentuales en 2015– se encuentra en la política de desarrollo neoliberal del PRI desde 1983 y en un Estado salinista sin vinculaciones con la sociedad. Al explicar en 1985 las reformas de Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari redefinió el concepto del nuevo Estado priista: “el Estado no es la arena policía donde se dirimen los conflictos sociales.

Hay una autonomía relativa del Estado respecto de los diversos grupos que actúan y compiten en una sociedad plural”. De social, diría Michael Mann siguiendo a Theda Skocpol, se pasó a un Estado despótico e infraestructural.

Esta reflexión teórica ha estado bastante lejana del pragmatismo de las bases priistas que regatean los pocos cargos públicos de su baja votación. El Estado neoliberal mexicano, aun siendo priista, carece de vinculaciones orgánicas con la sociedad porque el neoliberalismo salinista agotó las interacciones entre el gobierno y sus organizaciones de masas priistas.

Y aunque en sus documentos básicos pugna por un Estado de bienestar, una política social y una socialdemocracia, en la práctica el PRI opera a favor de un modelo de desarrollo estabilizador vergonzante –Carlos Tello respecto del populismo de Echeverría–: fijar el eje en el tipo de cambio controlando la inflación con el sacrificio de los salarios, el gasto social decreciente y el PIB bajo y vía una apertura comercial que llevó a la desindustrialización al bajar en diez puntos porcentuales el componente nacional en las exportaciones globalizadas.

Al PRI no le ha afectado la militancia porque priistas con credencial antigua han sido los encargados de imponer el modelo neoliberal de desarrollo que ha llevado al país de 1982 a 2017 a una tasa promedio anual de PIB de 2.2 por ciento, contra 6 por ciento del ciclo político-populista 1934-1982. El bajo PIB en el ciclo salinista neoliberal obligó al PRI a disminuir sus compromisos sociales, abandonar las organizaciones de masas y entenderse con la plutocracia exportadora, lo que le redujo la masa electoral de quienes votaban por el bienestar.

Por eso el gran problema del PRI no radica en una militancia engañosa, porque los priistas neoliberales que han extendido el proyecto salinista son militantes antiguos del partido. Y han sido los priistas de las bases con militancia social probaba en la talacha cotidiana los que han avalado en el Congreso y en los gobiernos estales y municipales el modelo neoliberal que contradice el compromiso de la declaración de principios de un priismo socialdemócrata.

El PRI ha perdido por el PIB, no por los candados.

Política para dummies: La política, escribe el analista David von Drehle, necesita de un enemigo para sobrevivir.

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