PRI: victoria mexiquense no alcanza para asegurar la Presidencia en 2018

 

Carece de datos duros para suponer que el PRI tiene la presidencia


Como ha ocurrido en los últimos años en la política mexicana, las victorias estatales son batallas que no aseguran la guerra nacional. El saldo favorable al PRI en la elección mexiquense en nada garantiza el triunfo priista en las presidenciales de 2018.

El PRI tuvo que correr más aprisa y aun así no logró permanecer en el mismo lugar porque retrocedió a la mitad de su voto de 2011. En todo caso, le benefició la división del voto populista entre Morena y el PRD, y le ayudó el voto útil panista que abandonó a Josefina Vázquez Mota para irse al PRI y al PRD.

Al PRI le favoreció también el discurso antisistema, anti-PRI y anti-Peña Nieto en una plaza definida por 82 por ciento de marginación y necesidades y la desinformación porque la gente en esas zonas no piensa con inteligencia política sino por necesidades insatisfechas. El enfoque económico de la democracia electoral señala que el voto busca el rendimiento de beneficios, no la política, la ideología o los sentimientos democráticos.

Las elecciones mexiquenses no han determinado las presidenciales: en 1987 el PRI ganó el Estado de México con 73 por ciento y en 1988 el PRI apenas sacó 50.3 puntos porcentuales; en 1993 tuvo 62.3 por ciento local y el PRI bajó a 48.7 por ciento; en 1999 el PRI acumuló 42.4 por ciento y perdió la Presidencia; en 2005 Peña Nieto subió a 47.5 por ciento los votos mexiquenses y el PRI cayó a tercer sitio en las presidenciales con 25 puntos porcentuales; en 2011 el PRI ascendió a 65 por ciento de votos locales y Peña en la Presidencia apenas llegó a 38 puntos porcentuales.

De ahí que el saldo mexiquense del domingo carece de datos duros para suponer que el PRI tiene la presidencial en la bolsa. Aportó apenas algunos datos reveladores sobre cuatro hechos claros:

1.- La competencia por el voto nada tiene que ver con la lealtad, sino que está relacionada con las demandas sociales de bienestar y los programas de efecto inmediato. El voto pensante es menor – académico, politológico– y sólo en casos de empate podría diferenciar. El PAN, el PRD y Morena deterioraron la calidad del voto convocando a los electores a aceptar los regalos, pero votar contra el PRI, sin analizar que con ello pervirtieron la ética del voto y metieron a los electores en situaciones oportunistas de engañar al PRI aceptando regalos y no votando por ese partido.

2.- El elector ha encontrado en procesos electorales el mecanismo de dependencia de los partidos hacia el voto, el logrolling o intercambio de favores; las militancias no garantizan la lealtad del voto si no van amarradas de compromisos ligados a beneficios asistencialistas. López Obrador ha llevado esta lealtad interesada a niveles superiores, pero el PRI le ha ganado con regalos electorales.

3.- Las estructuras electorales tampoco son determinantes, a menos que vayan asociadas a programas específicos y a entrega de regalos. Eso sí, las estructuras electorales sirvieron, cuando menos al PRI que las ha mantenido activas, para organizar a los votantes alrededor del partido. El voto no partidista ha sido flotante y usualmente se va con las expectativas de los ganadores o de las mayorías.

4.- Las encuestas no sirvieron para adelantar victorias sino para identificar zonas no leales a los partidos.

Si bien el Estado de México no decidió el 2018, sí aportó elementos políticos para quienes quieran ganar la Presidencia.

Política para dummies: La política es la especial sensibilidad para entender la realidad, no para falsificarla a modo de pasiones, deseos, angustias y necesidades.