Los rechazados

 

Muchos de estos muchachos no merecen frustrar sus expectativas


Me confieso víctima de un prejuicio: siempre consideré a los rechazados manifestándose cada año frente a las instancias educativas, como una sarta de flojos en busca de un lugar para presuntamente estudiar una carrera a cambio del menor esfuerzo. Los veía como una especie de vivales causando estragos en el tránsito y la vida de la ciudad para salirse con la suya, y sentenciaba, desde la atalaya de mi inapelable dictamen, mejor pónganse a estudiar. Estaba equivocado, cuando menos respecto a una buena parte de ellos.

Esta vez, me acerqué a platicar con algunos en la Plaza de Santo Domingo, y supe, de voz propia y con papeles acreditando su dicho, que muchos egresaron de la preparatoria con promedios superiores a 8, no deben materias, y enfrentan más de un rechazo en diferentes intentos. Lo más triste es que un buen número busca lugar en carreras indispensables para el país, como medicina y diversas ingenierías, precisamente las más restringidas por el costo por alumno que representan.

Les ofrecen como alternativa inscripción en sociología, administración o ciencias políticas, con tantos egresados de ellas trabajando en empleos menores, pues su especialidad está saturada. Desde luego no les interesa. Según me dijeron, la autoridad se ha mostrado sensible y está buscando soluciones reales, especialmente en universidades privadas, pero la demanda es alta y las posibilidades restringidas. Es uno de los contrasentidos de la mala planeación.

Mientras las instituciones de salud claman por más médicos, o la aldea global demanda buenos ingenieros y arquitectos, la educación superior en México sigue orientada a carreras saturadas, porque su costo es bajo, no implican laboratorios ni reactivos, pero generan un rezago que explica en gran parte nuestro bajo desarrollo. Ojalá se encuentre una solución, muchos de estos muchachos no merecen frustrar sus expectativas.

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