¿Reciprocidad? ¡No!

 

La principal creencia de los mercantilistas es que el comercio internacional es un juego de suma cero


La principal creencia de los mercantilistas es que el comercio internacional es un juego de suma cero, razón por la cual lo que un país gana es, exactamente, lo que otro país pierde, por lo que, por lo menos al país perdedor, dicho comercio no le conviene.

Esta es la idea que da origen al proteccionismo de Trump: el comercio entre México y Estados Unidos, que se intensificó a raíz del TLC, ha perjudicado a Estados Unidos, sin olvidar, más allá de los intercambios comerciales, las inversiones estadounidenses que, desde 1994, y como consecuencia del TLC, se han realizado en México y no en Estados Unidos, siendo esto último lo que Trump pretende evitar y, de ser posible, revertir.

Lo primero que hay que decir es que, estrictamente hablando, el comercio internacional (entre naciones) no existe. Lo que existe es el comercio entre personas de distinta nacionalidad (interpersonal), ¡algo muy distinto! Estados Unidos no comercia con México, ni México con Estados Unidos. Un estadounidense comercia con un mexicano, y por lo tanto un mexicano comercia con un estadounidense, y si lo hacen es porque ambos ganan: cada uno valora más lo que recibe que lo que da a cambio, de tal manera que su nivel de bienestar, después del intercambio, resulta mayor. Este comercio interpersonal, no internacional, es un juego de suma positiva (ambas partes ganan), no de suma cero (lo que una parte gana es lo que la otra parte pierde).

El mercantilismo es una falacia, y su consecuencia, el proteccionismo, un error, que al limitar o prohibir las importaciones, eleva la escasez, presiona los precios a la alza y, por ello, reduce el bienestar. Todo ello resulta antieconómico, razón más que suficiente para evitarlo. Trump pretende lo contrario: gravar con impuestos las exportaciones de productos hechos en México por empresas estadounidenses, lo cual perjudicaría a los consumidores estadounidenses de esas mercancías y a las empresas estadounidenses que los producen en México. Ante ello, ¿qué debe hacer el gobierno mexicano? Continuará.