Reforma de la Sociedad

 

Todos acusamos a Donald Trump de xenófobo y racista; pero ¿cómo anda nuestro país en esos asuntos?


Todos acusamos a Donald Trump de xenófobo y racista; pero ¿cómo anda nuestro país en esos asuntos? El artículo primero de la Constitución habla de que las autoridades tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos; prohíbe la esclavitud y la discriminación. La realidad es otra en México.

El color de piel, el sexo, la preferencia sexual, el idioma, la religión, la opinión política, la posición económica o el lugar de nacimiento, entre otros tantos marcadores de exclusión, deben de quedar desterrados ya. Aquí la conformación de la familia es una barrera: si sólo existe la madre, se excluye a los hijos. Los divorciados son mal vistos, y hasta despreciados por sus iglesias.

En nuestro dolido país si eres moreno te desprecian; si no dominas el español (castellano) se burlan de ti y tu capacidad económica irá abriendo puertas a clubes, colegios y universidades. La pobreza mata día a día. Si eres de izquierda eres naco; si tienes ideas conservadoras eres un mocho derechoso y si apoyas al gobierno, eres un tramposo o beneficiado del poder establecido. Claro, esto cambia por estado y municipio.

En lugar de aplaudir la adopción, es motivo de mofa y provoca que levantemos las cejas; a trabajo igual no hay paga igual, porque las féminas ganan menos que los varones. La cárcel es para los no pudientes; la homosexualidad está prohibida, y ser indígena te condena al fracaso. Tampoco es igualitario el acceso a la salud y a la alimentación.

Por eso, ahora que está el magnate a punto de agarrarnos con los dedos en la puerta, deberíamos realizar la más importante de las reformas estructurales, la reforma de la sociedad. Ya basta de que unos miremos por encima del hombro y otros nos miren con el mismo desprecio y terrible soberbia.

 

FF