Revisión del TCL, boomerang social para EU por menos PIB en México

 

La decisión de Trump de revisar el tratado con México se pudo haber convertido en una gran oportunidad para rediseñar el modelo nacional


Si todo marcha conforme a las instrucciones presidenciales, México sólo buscará atender algunas quejas y preocupaciones de la Casa Blanca en la revisión del tratado de libre comercio, pero con la intención de reafirmar el modelo de desarrollo subordinado. En este sentido, México perderá de nueva cuenta la oportunidad para diseñar un modelo de desarrollo de acuerdo a las necesidades nacionales.

La reconfirmación del modelo de desarrollo del tratado no resolverá las exigencias estadounidenses de disminuir el flujo de migrantes mexicanos ilegales, porque la tasa de crecimiento del PIB mexicano seguirá siendo de 2.2 por ciento anual, que en términos generales sólo crearía un tercio de la demanda de empleo anual de la nueva población económicamente activa. Así, dos tercios tendrían que buscar empleo en el sector informal o… emigrar ilegalmente a Estados Unidos.

La lógica económica es implacable: menor tasa de creación de empleos en México y una tasa promedio de PIB de 2 por ciento anual implicaría que mexicanos sin empleos traten de cruzar la frontera –con muro o sin muro– o quedarse en México presionando la crisis social por la relación casi automática de desempleo-delincuencia. El gobierno de Trump podría lograr aumento en empleo en su país, pero con un vecino en ebullición social por la falta de puestos de trabajo bien pagados.

La decisión de Trump de revisar el tratado con México se pudo haber convertido en una gran oportunidad para rediseñar el modelo nacional de desarrollo al construir una planta industrial más sólida. La intención oficial mexicana de promover el consumo interno debería ir amarrada a una estrategia de sustitución de productos importados. Pero para ello se requieren dos cosas: oferta de bienes y servicios y capacidad de compra del mercado interno, ninguna de las cuales se ha estimulado en estas semanas de mensajes mexicanos sobre el tratado.

Salinas de Gortari liquidó el ejido con el argumento de que había cola de inversionistas extranjeros, pero al final se trató sólo de una decisión ideológica neoliberal porque la inversión productiva nunca produjo una agroindustria modernizada. En lo industrial el tratado agotó su efecto en la planta productiva con la apertura drástica que provocó el cierre de cadenas productivas completas porque nunca se planteó la necesidad de una reforma de reconversión industrial.

Ahí fue donde fracasó el tratado y ahí estaban los objetivos que debieron haberse definido en el gobierno del presidente Peña Nieto para la revisión del tratado. Pero resulta que muchos de los negociadores del tratado que entregaron la producción mexicana a las necesidades estadounidenses están hoy en espacios de decisión comercial e industrial del gobierno, comenzando con el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, parte del equipo del tratado en 1991-1993.

En este contexto, la revisión del tratado de libre comercio se hará hoy como se negoció en 1991: en función de las exigencias estadounidenses; y si hace 24 años había operadores estadounidenses que tenía claro que México necesitaba aumentar su crecimiento económico para evitar que su crisis social cruzara la frontera, hoy con Trump es el toma todo para EU, aunque haya mayor migración ilegal o en la inestabilidad social de México por mayor demanda de empleo y menos PIB.

La falta de enfoque de seguridad nacional de Trump taparía el hoyo de empleos fugados con el TCL, pero destaparía el hoyo de la inestabilidad social en México en la frágil y vulnerable puerta sur estadounidense.

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