“El hijo pródigo”

 

El dulce misterio de la Misericordia


De las parábolas pronunciadas por Jesús, la del “Hijo pródigo” es de las más conocidas.

También llamada “Padre providente”, esta parábola es la sencilla manera con la que el Señor explica el dulce misterio de la Misericordia en significativas palabras: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.’ Y él les repartió la hacienda.

Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino”. Este hijo no pide, exige lo que por herencia le corresponde e infiere que en la crianza que recibió, su padre no hizo más que darle cumplimiento a una obligación. Este razonamiento lo despoja de toda gratitud, le hace ignorar desvelos, angustias, empeños y esfuerzos con los que fue criado, educado, formado, y le arroja a despreciar cuanto recibió.

El hijo de esta parábola ha renegado de los valores con que se le cultivó, y ahora ciego del amor paterno, no expresa gratitud y se descasta exiliándose en una suficiencia de la que rechaza la facultad paterna.

Con su corazón endurecido, la desgracia lo cubre con su sombra y, víctima de la fatalidad, busca un alivio para su miseria: “Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad.

Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie le daba nada.

Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.’ Y, levantándose, partió hacia su padre”.

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