“Orar por la paz”

 

Jornada Mundial de Oración por la Paz, un horizonte de esperanza


En su visita a Asís para la Jornada Mundial de Oración por la Paz, el papa Francisco presentó una  meditación, un discurso y un llamamiento.

En su meditación, tras preguntarse “¿De qué tiene sed el Señor?”, se respondió: “Tiene sed de darnos el agua viva de su amor, pero también de recibir nuestro amor” y agregó: “El amor no es amado; según algunos relatos esta era la realidad que turbaba a san Francisco de Asís. Él, por amor del Señor que sufre, no se avergonzaba de llorar y de lamentarse a alta voz (Fuentes Franciscanas, n. 1413).

Debemos tomar en serio esta misma realidad cuando contemplamos a Dios crucificado, sediento de amor”. Luego hizo que su meditación tuviese vigencia para nuestro momento histórico: “Las palabras de Jesús nos interpelan, piden que encuentren lugar en el corazón y sean respondidas con la vida. En su «tengo sed», podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar sus casas y emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo”.

En su discurso expresó: “Hemos orado para que las conciencias se movilicen y defiendan la sacralidad de la vida humana, promuevan la paz entre los pueblos y cuiden la creación, nuestra casa común. La oración y la colaboración concreta nos ayudan a no quedar encerrados en la lógica del conflicto y a rechazar las actitudes rebeldes de los que sólo saben protestar y enfadarse.

Nuestro camino es el de sumergirnos en las situaciones y poner en el primer lugar a los que sufren; el de afrontar los conflictos y sanarlos desde dentro; el de recorrer con coherencia el camino del bien, rechazando los atajos del mal; el de poner en marcha pacientemente procesos de paz, con la ayuda de Dios y con la buena voluntad”.

En su llamamiento, el Papa primero hizo notar que “Hemos dirigido nuestra oración a Dios, para que conceda la paz al mundo. Reconocemos la necesidad de orar constantemente por la paz, porque la oración protege al mundo y lo ilumina.

La paz es el nombre de Dios”, para luego presentar una exhortación a toda la humanidad: “Que se abra en definitiva una nueva época, en la que el mundo globalizado llegue a ser una familia de pueblos”.

La Jornada Mundial de Oración por la Paz, en Asís, siempre ha representado un horizonte de esperanza, pero nunca tanto como ahora ante el peligro inminente de una tercera guerra mundial.

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