Rodrigo Duterte y la apoteosis del delirio

 

Duterte equipara a los drogadictos con los narcotraficantes y a todos los pone en un mismo grupo destinado a ser aniquilado


La ola de populismo idiota, si es que puede haber otro tipo de populismo, que se ha extendido por el mundo, ha tenido a su gran campeón no en los lugares en los que uno se podría haber imaginado como, por ejemplo, el Palacio de Miraflores en Caracas, o el cuartel general del Partido Republicano de cara a las elecciones presidenciales estadounidenses o las oficinas del Frente Nacional francés, sino en un sitio tan remoto como el Palacio de Malacañán en Manila, sede de la presidencia del gobierno de la República de Filipinas.

Y es que ocurre que el controversial presidente filipino Rodrigo Duterte, quien por lo demás no ha tenido pelos en la lengua para llamar al papa Francisco y al Presidente, Barack Obama, hijos de puta, salió el fin de semana pasado con una nueva puntada. Una puntada por cierto que por las dimensiones de su estupidez resulta faraónica. Duterte dijo y cito textual: “Hitler masacró a tres millones de judíos. Tenemos tres millones de drogadictos. Yo sería feliz masacrándolos.

“Por lo menos si Alemania tuvo a Hitler, Filipinas me tendrá a mi para salvar a la siguiente generación de la perdición”.

Duterte equipara a los drogadictos con los narcotraficantes y a todos los pone en un mismo grupo destinado a ser aniquilado. Con ello adicionalmente pisotea la totalidad de la legislación internacional empezando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Carta de las Naciones Unidas de la que por cierto Filipinas es signataria. Y lo peor de todo es que aun con todo esto, Duterte sigue gozando de más de 90 por ciento de la aprobación del electorado. No cabe duda de que valores como la libertad, la legalidad, la tolerancia y el respeto están pasando por horas bajas en todas las latitudes del planeta.