Se busca un pueblo

 

La unidad es un factor que exige la propuesta de un proyecto claro


En su reciente mensaje conmemorativo por el cumplimento de los cuatro años de su sexenio, el Presidente de México hizo protagonista y colocó en el centro de su locución al pueblo mexicano.

Durante mucho tiempo he dicho sin rubor que yo soy mexicano por dos cosas. Primero porque la generosidad de este país me lo permitió, y segundo, por mi decisión de serlo ya que de todos los pueblos que conozco el mexicano es el mejor, aunque curiosamente es el que cuenta con la peor clase dirigente.

Es importante que en este momento tan decisivo en la historia política de nuestro continente y de nuestro país el discurso tenga como ejes principales el redescubrimiento del pueblo y la necesidad de la unidad.

Sin embargo, la elección está cerca pero la realidad lo está más, y ésa es la que ahora asegura que el pueblo de México –el eterno pagano de los fracasos de la organización política– ha llegado a un punto en el que su capacidad de aguante simplemente se acabó.

Trump y la nueva América del Norte es una razón poderosa para estar unidos.

Y es que, en la política y en la vida es menester ser recíprocos, y en ese sentido hay que saber que el aprecio del pueblo es un factor que hay que saberse ganar por la vía de los hechos.

La unidad es un factor que exige la propuesta de un proyecto claro y de unos pagos y cobros contundentes ante el incumplimiento del deber, puesto que el balance que se ofrezca debe ser mejor que el paquete que encontramos al llegar.

Está bien que ahora el eje del discurso sea el pueblo y la unidad, el problema es que al pueblo hay que convencerlo y a la unidad hay que llenarla de contenido como el concepto concreto que es.

Las encuestas a estas alturas me dan exactamente igual, aunque no es por un problema de credibilidad –y eso que las últimas experiencias políticas dan mucho lugar para el escepticismo– sino porque prefiero mirar a la gente a la cara y ver cómo respira, cómo se siente y en qué cree.

Y en ese sentido, no necesito que me expliquen que ahora el antisistema ocupa la presidencia del mundo, porque lo que sí tengo claro es que el sistema en su conjunto podrá tener muy buena voluntad pero ha tenido unos resultados muy pobres, ya que la desaparición de la moral en la función pública nos ha dejado completamente indefensos.

¡Que viva el pueblo de México! ¡Que viva México! Pero para que esos dos factores se involucren en un esfuerzo colectivo es necesario dejar de mirar hacia otro lado cuando uno tras otro se nos van derrumbando los principios del comportamiento político que aseguramos defender, pero que sólo terminamos por vulnerar continuamente.