Secreto de la candidatura del PRI: decidir 2018 y 2024

 

El candidato debe ser del PRI, así como Peña Nieto ha sido priista


Si una de las facultades metaconstitucionales decisivas del Presidente de la República salido del PRI (Jorge Carpizo) es la designación del candidato-sucesor inmediato, hay una articulada: dejar armado un grupo de poder para incidir en los siguientes seis años después, dos sucesiones en una. Es el modelo del presidencialismo de Álvaro Obregón que el presidente Peña Nieto tomó como eje de su tesis de licenciatura.

Hasta ahora ningún presidente saliente de la República en la era priista ha podido conseguirlo, pero no por menos han dejado de intentarlo. Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari fueron los que hicieron más intentos por alcanzar esa meta de dos sucesiones sucesivas, pero las reglas del sistema –el poder es absoluto pero sexenal– terminaron por imponerse. Obregón estuvo a un tris de lograrlo: puso a Plutarco Elías Calles, modificó la Constitución, se presentó a la elección y ganó otra vez la presidencia, pero fue asesinado.

La designación del candidato presidencial del PRI para el periodo 2018- 2024 puede verse a través de dos enfoques metodológicos importantes, sobre todo si Peña Nieto reinserta la liturgia en las prácticas políticas priistas.

En 1993 el politólogo Alfonso Zárate, en su Carta de Política Mexicana quincenal, desarrolló un modelo para intentar identificar al candidato sucesor de Salinas de Gortari. Definió once variables políticas que tenían que ver con el candidato finalista: perfil de los aspirantes, congruencia con el proyecto presidencial, relación con el presidente, red de alianzas y antagonismos con el sistema político, red de alianzas y antagonismos fuera del sistema político, desempeño de sus tareas, red alianzas y antagonismos con los hombres del presidente en turno, desempeño anterior, equipo de trabajo, ramo a su cargo, perfil de la familia. A cada variable la dotó de puntuación.

Tres días antes de la nominación, el resultado conjunto del estudio llegó a una conclusión. Indicador Político del domingo 28 de noviembre, justo el día del destape oficial del candidato, publicó el resultado: “El candidato (de acuerdo al modelo Zárate) debe ser Camacho, pero será Colosio”. El estudio del profesor Zárate confirmó que la decisión presidencial del candidato es facultad personal del presidente saliente.

En 1979 (1981 en español) el politólogo estadounidense Peter H. Smith publicó su estudio Los laberintos del poder. El reclutamiento de las élites políticas en México, 1900-1971, un análisis de currículos de miles de funcionarios. Su conclusión fue la definición de 22 reglas para hacer política en México. Esas reglas han variado, pero el regreso a la liturgia política priista con Peña Nieto las ha revalidado. Y ahí hubo una que es clave: la 2 señala “ingrese al PRI”.

Un presidente de la República que no milite real y formalmente en el PRI y que no acepte las reglas no escritas del sistema priista sería el fin histórico del PRI. Zedillo se había afiliado al PRI desde joven, pero nunca respetó al partido, la víspera de las elecciones prometió una “sana distancia” del PRI y no vaciló en dejar ganar al PAN la presidencia en el 2000.

Y como en la candidatura priista de 2018 se perfila la del 2024, entonces hay que atender a la regla de oro del sistema político priista: el candidato debe ser del PRI, así como Peña Nieto ha sido priista. Un no-priista o colaboracionista-panista sería el fin del PRI. “Lo priista casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.

Política para dummies: La política eficaz es la que dicta y se ajusta a sus propias reglas.

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