Si estamos más satisfechos que antes, ¿por qué no se nota?

 

En otras palabras: en enero pasado los mexicanos estábamos ligeramente más satisfechos con nuestras vidas que en el mismo mes de 2017


Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer sus Indicadores de Bienestar Autorreportado de la Población Urbana (Biare) correspondiente a enero de 2018. Inegi explica que “el bienestar subjetivo se observa a partir del reporte que hacen los individuos respecto de su propio bienestar, en relación con tres aspectos: 1) Satisfacción con la vida en general y con ámbitos específicos de la misma, denominados dominios de satisfacción; 2) Fortaleza de ánimo y, 3) Balance anímico, que explora la prevalencia de estados anímicos positivos o negativos en un momento de referencia”.

De acuerdo con el Biare, “en una escala de 0 a 10, el promedio de satisfacción con la vida, reportado por la población adulta urbana en enero de 2018 se sitúa en 8.2; mientras que en enero de 2017, el promedio de satisfacción alcanzaba un valor de 7.9”.

Es más: “En cuanto a los ámbitos de la vida específicos o dominios de satisfacción, las relaciones personales presentan el mayor promedio de valoración (8.6), mientras que aspectos que van más allá de la esfera privada de interacción, como el país y la seguridad ciudadana, nuevamente registran los menores promedios: 6.1 y 4.8, respectivamente; sin embargo, estos rubros fueron mejor calificados que en enero de 2017, cuando se ubicaban en 5.5 y 4.7. En comparación con enero del año anterior, los dominios que mejoran en alguna medida su valoración son relaciones personales, vivienda, perspectivas a futuro, nivel de vida, ciudad. En cuanto a país y seguridad ciudadana, aunque ya se mencionó que su nivel de valoración es bajo subieron seis décimas y una décima, respectivamente. Los aspectos relacionados con la actividad u ocupación, estado de salud, logros en la vida, vecindario y tiempo libre, se mantienen sin cambios. Para este periodo ninguno de los dominios tuvo retroceso en su calificación”.

En resumen: “El balance anímico de la población urbana de 18 y más años indica un predominio de los estados anímicos positivos sobre los negativos, dando como resultado un promedio de balance anímico general de 6.4 en enero de 2018, mientras que en enero de 2017 el promedio se situaba en 6.1”. En otras palabras: en enero pasado los mexicanos estábamos ligeramente más satisfechos con nuestras vidas que en el mismo mes de 2017.

Si los datos obtenidos por Inegi reflejan la realidad anímica de los mexicanos, ¿por qué no se observa en el comentario cotidiano? ¿Será que en los medios de comunicación y redes sociales se manifiestan los sentimientos de una minoría insatisfecha pero muy vocal? ¿Es probable que quienes pertenecen a las clases media y alta, tal como sucede en otros países, sean las que más se quejen de lo que sucede? ¿O es que la percepción de la falta de seguridad domina el debate público y amplifica otros problemas y carencias?