Sucesión imperial

 

Pedrito Pablito, tercero en la sucesión, fue director de la Lotería Nacional


En tres oportunidades he estado cerca de testas coronadas, dos con Juan Carlos en España y una con Carlos Gustavo Adolfo y muchos nombres más, en Suecia.

En las citadas ocasiones mi desagrado ha sido grande; quedo con la impresión de seres absolutamente perdidos para ganarse el pan cotidiano con un esfuerzo mínimo.

Algo como decía mi padre de muchos profesionales fracasados que dedicaron su vida a obtener un título, un diploma que los hiciera aparecer como seres existentes en el planeta Tierra.

Y que al final del camino el título les estorbaba para barrer calles y ganarse decorosamente la vida.

El caso de las testas coronadas se acerca tanto a las dinastías gobernantes de América Latina, que vemos a través de los años cómo se repiten los apellidos y cómo heredan, cínicamente, los cargos de elección popular.

Los ciudadanos no ejercemos la democracia; no se nos consulta ni pide opinión sobre los desfachatados que presentan a las urnas. Y que tratan ahora de disfrazar con el mote de “independientes”.

Sí, independientes del PRI, PAN, PRD y otros partidos a los que renuncian porque toman consciencia de la suciedad en que se han desempeñado como políticos y hoy se presentan impolutos, albos, sin mancha alguna.

Aunque nunca ha dejado de haber descendencia en los cargos de elección popular, nunca como ahora se puede apreciar la repetición de nombres señalados inclusive como delincuentes, colocados por sus progenitores; como ellos hicieron las leyes electorales, no hay de otra: se vota por ellos o no se vota.

Un nombre, sólo para ejemplificar: Pedro Pablo Treviño, hijo del que fue jefe de Prensa de Alfonso Martínez Domínguez.

En viaje por Inglaterra, el exgobernador de Nuevo León respondió mis múltiples curiosidades. Fue amistoso y franco.

Pedro Pablo fue acusado en Estados Unidos de robo y contrabando de autos, lo sacó del lío su padre, gran amigo de Martínez Domínguez. En otro oscuro episodio de vida, se rescató a un primito suyo, pequeñito todavía, que había secuestrado y por el que pedía rescate.

Dicen que de no haber sido así, el infante hubiese sido sacrificado para que no identificara a sus secuestradores. Esa fue la impresión de los agentes. Martínez Domínguez lo admitió,  pero igual lo hizo su funcionario predilecto.

Pedrito Pablito, tercero en la sucesión, fue director de la Lotería Nacional, de la que nadie sale a trabajar, pero en este caso va tras un cargo legislativo. Y se lo van a dar.