Sonidos en la era del sharing

 

Desde la época de los mecenas y las contrataciones de músicos por familia, hasta el uso indiscriminado de los audífonos, la música ha pasado por un sinfín de etapaS


POR TANIA PÉREZ / DISONANTES.MX*

 

En la época álgida de la música instrumental, los burgueses organizaban grandes y finas fiestas en salones privados para reunirse con la “crema y nata” de la sociedad y escuchar todos juntos las nuevas composiciones del artista del momento. Así pasó con Beethoven, Chopin, Bach, Mozart, entre otros.

En ese tiempo, quienes tenían acceso a la música eran afortunados, y seguramente adinerados, pues incluso el costo de la entrada a un concierto, cuando estos eran públicos, era elevadísimo.

Cuando fue descubierta la forma de grabar sonidos, esta oportunidad fue claramente aprovechada. Nació el fonógrafo y el gramófono que dieron paso al tocadiscos; y este, a la consolidación de una industria.

Se crearon grandes casas disqueras y productoras que controlaban quién grababa y cómo se distribuía ese material. Para quien quisiera formar una biblioteca musical, era necesario que tuviera contactos bien posicionados dentro del mundo del espectáculo o la fayuca, dentro y fuera del país, por el alto costo de este proceso, que era aún más inaccesible en México en ese entonces.

“Sin esa cofradía de cómplices tú no podías oír música, y esa pasión por la música y la dificultad del hallazgo hacían que cuando finalmente obtenías la ‘presa’ era como el santo grial y te daba la sensación de que en verdad la merecías”, dijo Juan Villoro en una conferencia que dictó en 2017 en la Fonoteca Nacional.

“Era una época en que la experiencia de la música era forzosamente compartida, tú tenías un disco y lo oías en grupo”.

Luego llegaron los casetes, los discos y el Internet, y con él Napster, antes de que llegara el siglo XXI. Fue en ese momento que el mundo notó cuánta falta nos hacía la música, pues éramos capaces de bajar más virus que canciones y de perjudicar equipos de cómputo sin temor por el hecho de formar una playlistpropia. ¡Qué tiempos aquellos!

Napster fue el primer modelo funcional y masivo del sistema P2P (peer to peer), donde internautas desconocidos entre sí compartían música almacenada en sus equipos, un método que facilitaba la piratería, sólo que esta era digital y aún no estaba reglamentada, además de que no había un responsable explícito al cual castigar, porque si bien Shawn Fanning creó el código con el fin de hacer esta compartición, él no subía o almacenaba el material, esto era responsabilidad de los usuarios que en poco tiempo se contaron en miles.

Así fue como Napster dio la pauta para que nacieran y se popularizaran plataformas similares dedicadas a la música y el cine, también para que empresas de hardware crearan aparatos con qué facilitar el consumo de la música digital.

En el 2001 nació el iPod, y aunque previo a este invento ya habíamos conocido la portabilidad de la música con los walkman y, la diferencia en la calidad de reproducción en ese momento fue abrumadora, así como el costo de este aparato ideado por Steve Jobs.

A principios del nuevo siglo fuimos capaces de llevar en nuestra mano o bolsillo horas y horas de música seleccionada por nosotros mismos, un hecho que si bien suena asombroso también nos ha llevado a ser menos sociales y hasta celosos con nuestra música.

Citando de nuevo a Juan Villoro: “(Los setenta) era una época en que la experiencia de la música era forzosamente compartida, tú tenías un disco y lo oías en grupo, hoy en día tenemos los audífonos y es una experiencia totalmente individual”.

Y es tan personal el consumo de las canciones, que un rudo roquero o un insensible punk puede reproducir algo de Luis Miguel o Natalia Lafourcade sin quedar mal o tirar su imagen con los demás, pero también es cierto que el propio uso de audífonos nos cancela el reconocimiento sonoro el mundo exterior, pues con estos podemos ignorar  los “piropos” en la calle y el ruido ambiental de una oficina, o dejar sin respuesta un saludo o la pregunta de la hora de alguien que simplemente no escuchamos.

Sin embargo, pese a todos los avances y cambios modernos sobre cómo dejamos que la música sea parte de la construcción cotidiana de nuestra identidad, un concierto en vivo compartido con cientos o miles de fans que se emocionan y cantan como nosotros siempre será la mejor forma de compartir la música, porque esas son experiencias social y emocionales que van mucho más allá del sonido.

 

*Tania Pérez forma parte del colectivo Disonantes.mx, personalidades discrepantes e inconformes unidas por el gusto a la buena música. En 2015 crearon un website con el propósito de dar a conocer sucesos musicales en la región Bajío, pero sobre todo para documentar y describir cambios silenciosos que forman y deforman la escena musical.