Telón abajo

 

Luces en la calle y oscuridad adentro


Todas las representaciones teatrales terminan siempre igual: con los personajes ficticios dando paso a los reales, despojados de maquillaje y vestuario y regresando a la realidad. Los parlamentos aprendidos de memoria se archivan para recuperar el lenguaje propio, y así hasta la siguiente escenificación. En la CDMX vimos hasta hace poco una obra denominada “Apoya la mejor Constitución de las Galaxias”, se hizo alarde propagandístico de progresismo y conciencia social de avanzada. Se fue por el mundo a pregonar la inclusión de núcleos indígenas, el derecho al agua y a una vida digna, se conminó a los espectadores, quienes pagamos la nómina del reparto y de los músicos de acompañamiento, a defender, incluso con la vida, las agresiones de almas negras cuyo propósito era afectar el incontenible avance del estadista a cargo del papel principal.

La temporada ha terminado. Los ensayos para una nueva representación están en marcha. La Constitución, tan defendida de los de afuera, no pasó su primera prueba adentro. Los instrumentos secundarios derivados de ella se están aprobando con los mismos vicios de siempre. Es el caso de los concejos municipales, definidos en la asamblea como de carro completo, aun cuando la Norma dice otra cosa. El posible veto del gobierno de la Ciudad quedó en un tibio alegato para tapar el ojo al macho, y así hasta la omnipresente ignominia.

Es muy riesgoso lo que estamos viviendo en la CDMX. Luces en la calle y oscuridad adentro.

El episodio del edificio inaugurado con toda pompa y cancelado casi al mismo tiempo, la brutal inseguridad, siempre negada pero necia en su recurrencia, la incontrolable voracidad delegacional, la guerra intestina sucesoria, el caos urbano, son focos rojos presentados como rosas.

Ojalá no nos desborde todo esto. El gran compromiso quedó en un mero entretelón. La representación ha terminado.