Tiempo de promesas…

 

Como cada seis años, esperamos las ofertas, y lo mismo que en sexenios anteriores


Como cada seis años, esperamos las ofertas, y lo mismo que en sexenios anteriores pronto arribaremos a la decepción.

Lo que ofrece Andrés Manuel lo sabemos de memoria, ha sido lo mismo en sus tres candidaturas y no tiene por qué ser distinto ahora. Sólo que en su equipo enfrenta inconformidades que no se sabe cuándo ni dónde pararán.

La más notoria, la contradicción con Alfonso Romo, supuestamente quien orientará las decisiones financieras y en términos generales, económicas del presunto gobierno pejista. El empresario no acepta la cancelación del aeropuerto en Texcoco y apunta los gravísimos daños que se ocasionarían al país y a la estabilidad de al menos 10 mil laborantes.

Para AMLO no tiene importancia.

Sigue montado en su macho insistiendo en errores que si antes le costaron el triunfo, hoy lo llevarán al ostracismo. Relativo porque estará pendiente de la sucesión, encarnada por José Ramón su hijo heredero de glorias y bienes políticos. Se convertirá, seguro, en jefe de la campaña del siguiente presidente legítimo, despojado por la mafia del poder.

Aparte de López Obrador sólo cuenta José Antonio Meade. Ellos serán los que encarnen la lucha por el Palacio Nacional, del que pretende apoderarse el tabasqueño que anhela dormir en la cama de fierro de Benito Juárez. Ya le pondrá un crucifijo para bendecirla y quitarle cualquier tinte pecaminoso. Si lo hubiera, claro.

Existe curiosidad por conocer las propuestas de Meade. Por hoy, y creo que no cabe nada más, se trata de descalificaciones. No hay argumentos sino opiniones al aire, como las que cotidianamente gozamos en manos de los descalificados mentales que pululan en las redes y critican sin ton ni son en forma anónima.

Está clara la descomposición del panorama electoral, en el que los señores del INE, como alguna vez dijo Manlio Fabio, sólo “hacen horas nalga” sin afrontar en serio su responsabilidad.

Hacen cuentas alegres de multas y la recuperación de dinero que, al final de la jornada, irá a parar a sus muy saturadas escarcelas. Como cada sexenio, se abre un periodo de esperanza, “éste es el bueno” y como cada sexenio pronto nos desengañaremos. Son lo mismo, en este caso, con distinta chaqueta pero defendiendo los mismos postulados.

Como novedad, un antipriista que se niega a afiliarse al partido que lo llevará a las alturas (caso ternurita), pero que responderá a los intereses del grupo en el poder, egresado del ITAM, como él mismo.