Tiempo y relatividad en la era del Facebook

 

Estamos conectados todo el tiempo pero no sabemos en qué tiempo vivimos


No creo ser la única que ha visto que sus amigos en redes sociales comparten con asombro que hay pan de muerto a la venta desde agosto, rosca de reyes desde octubre y adornos de navidad disponibles desde septiembre, ¿o sí? A mí entonces lo que me provoca ver eso es que quiero que el tiempo se acelere. Muero de antojo de pan de muerto en agosto, y de rosca de reyes en octubre.

Lo cierto es que cada año percibimos que tenemos más prisa por adelantarnos al tiempo. Esto me lleva a reflexionar en torno a lo complicado que resulta en la actualidad simplemente estar, vivir en el tiempo y lugar presente, conectarnos con nuestra realidad inmediata.

En la era de las redes sociales, parece que estamos conectados todo el tiempo pero no sabemos en qué tiempo vivimos y todo parece mucho más relativo. Por ejemplo, todos los días Facebook nos obliga a viajar al pasado cuando nos aparecen esos recuerdos que, hay que decirlo, a veces en serio quisiéramos haber borrado de nuestra vida para siempre y de pronto ¡zas! Un error del pasado nos hizo compartirlo en redes y ahora nos llega como un recuerdo, como una prueba más de que Internet es un tirano que jamás olvida nada.

Eso nos lleva a pensar en ¿cómo vivimos el presente?, ¿realmente estamos en el tiempo, momento y lugar que creemos estar? Analicemos. Vamos al cine, a comer, a pasear, a donde sea y Facebook le avisa a nuestros amigos que andamos por allí cerca. A veces, porque nosotros compartimos alguna fotografía o comentario, pero otras sólo es porque no revisamos la configuración de privacidad de nuestro dispositivo móvil y nuestra ubicación es pública.

Entonces, escribimos que estamos disfrutando mucho un concierto, una película o una comida pero, en estricto sentido, no estamos haciendo eso, sino escribiendo que lo hacemos. Así, mientras tomamos la foto para Instagram, o escribimos la poética entrada, que ahora en Twitter ya podrá ser hasta literaria con el aumento de caracteres, se nos ha enfriado ese platillo delicioso y ya no nos sabrá igual.

Y ni hablar del futuro, cada una de las cosas que nos interesan ahora son eventos de Facebook. Lo mismo una fiesta de cumpleaños, que la presentación de un libro o un curso. De pronto me llegan notificaciones que me avisan que a mi mamá le gusta la respuesta que yo di a un evento. ¿Por qué tendría que importarle a mi mamá que yo diga que me interesa algo? Y es que ahora, Facebook nos ha hecho tan flojos que ya ni necesitamos stalkear, basta con que tengamos cierto nivel de interacción con una persona o con que piquemos una estrellita en las preferencias, para que sepamos todo lo que hace dentro y fuera de la red social.

Y podría seguir dando ejemplos infinitos, pero debo confesar que a veces toda esta relatividad del ser y el estar, se traslada a la amistad, las relaciones y la más simple cotidianidad. Ahora entiendo muy bien el porqué muchos famosos han dejado a un lado sus súper teléfonos inteligentes para volver a los básicos móviles que nos devuelven un poco la gracia y delicadeza de la comunicación directa plasmada, en una simple y anticuada llamada telefónica.

*Periodista, cronista, hedonista y feminista
Madre, viajera, libre y terrícola
@elipalacios