Todos enfermos

 

Los poderosos podrán tener dinero, pero el dolor es el mismo


Carlos Rojas Martínez/CULTOS Y MOCHOS

La enfermedad es la única democracia en la que creo, en el padecimiento somos iguales; tal vez los poderosos podrán tener el dinero para los mejores médicos, pero el dolor es el mismo, o al menos así lo parece.

Leyendo Relato de mi vida, del mago Thomas Mann, recordé dos novelas del autor de Muerte en Venecia, en las que profundiza sobre el tema de la enfermedad, a saber: La montaña mágica y Doktor Faustus. Hans Castorp y Adrian Leverkühn son los personajes de estos textos, las afecciones de ambos son determinantes para el desarrollo de las historias que protagonizan.

Y puedo entender el porqué Mann le dio tanta importancia al dolor, su hija Erika Mann narra en “El último año de mi padre”, texto que acompaña a Relato de mi vida en la deshojada edición de Salvat que tengo, cómo el escritor después de terminado un proyecto caía presa de una dolencia; sin embargo, cuando comenzaba con una nueva idea, que no abandonaba sino hasta el final, se mantenía con una salud de hierro, salvo en Doktor Faustus, que tuvo que interrumpir un problema en el pulmón.

Thomas Mann cuenta, en su autobiografía, que uno de los autores que más le impresionaron cuando era joven fue Nietzsche, filósofo que hizo de la enfermedad una plataforma, el trampolín desde el que saltó para demostrarse a sí mismo de lo que era capaz.

Adrian Leverkühn y Nietzsche contrajeron sífilis, el mal del siglo XIX, y esto no es una mera coincidencia.

En el cine hay muchos ejemplos, pero sólo hablaré de dos. El primero es Gritos y susurros, de Ingmar Bergman. Agnes tiene tuberculosis severa, sus hermanas Karin y María supuestamente la cuidan, más yo diría que la sufren; es Anna, la sirvienta, la única que comprende la terrible perturbación de Agnes, por eso se le entrega en una relación que podría ser considerada como lésbica, aunque lo que hay ahí es empatía, un amor profundo.

La segunda película es Guerra mundial Z, dirigida por Marc Foster y basada en el libro de Maz Brooks. Sí, los zombis nuevamente, pero ahora la cura está en los enfermos, a los muertos vivientes no les gusta lo corrupto, Gerry Lane se da cuenta de esto y salva a la humanidad inoculando con los más graves padecimientos a los pocos sobrevivientes, dándole así una nueva oportunidad a la humanidad.

Me despido con estas palabras de Mann, que nos sean leves: “¿No se basa todo amor al hombre en el conocimiento fraternal, compasivo y lleno de simpatía, de su situación difícil y casi desesperada? Sí, hay un patriotismo de la humanidad que se funda en esto: se ama al hombre porque su vida es difícil y porque uno mismo es hombre”.

@CalicheCaroma