Turismo legislativo

 

De todas las reuniones, no recuerdo una en la que haya surgido algo positivo


Diez años, trabajé al lado de los legisladores mexicanos en un sinnúmero de reuniones “interparlamentarias” por todos los rumbos de la Tierra.

De todas, no recuerdo una en la que haya surgido algo positivo, salvo la oportunidad de abrir puertas, comúnmente cerradas para el mortal corriente y moliente. El Salón del Tesoro de los Zares, el Hermitage en Leningrado y la Duma y las salas del Kremlin en plática con altos dirigentes del Partido y del Gobierno.

O la Oficina Oval con brevísimo recorrido por la Casa Blanca y saludo de mano a un Reagan todavía no muy viejo, alto y aún impresionante. Igual visita al Senado Federal.

Más relajados en el trato, en España se hicieron reuniones formales con los diputados y hubo asistencia a un tablao flamenco que no demeritó las actividades oficiales con visita y charla llenas de bromas a Juan Carlos, un señor que trabajaba como rey mientras no estaba masacrando elefantes.

Con carácter más formal, casi imperial, entrevista con el presidente del gobierno en el reino de España, Felipe González, visita que los periodistas mexicanos se sintieron ofendidos y abandonaron el salón donde la delegación mexicana saludaría al funcionario.

Hungría, país surgido de un cuento de hadas, con su capital de nombre compuesto: de un lado, Buda y del otro, Pest. La maravilla de los palacios, el amor exagerado por las artes, la literatura, la danza y la música.

Viena, los valses, las jornadas mozartianas y así en Francia…

Se viajaba con el criterio de la Diplomacia Parlamentaria, concepto definido por el líder senatorial, Antonio Riva Palacio, consciente de que en México no existe Parlamento y por lo tanto los acuerdos que adoptaban los legisladores mexicanos en el exterior eran asumidos con cautela y sin comprometer al país.

Con Estados Unidos los diálogos se fueron agriando conforme avanzaba el consumo de drogas en territorio gringo. Pero, consta a los enviados de los medios nacionales, siempre sosteniendo una posición de decoro.

Las Interparlamentarias, por ley, deben encabezarlas los senadores, responsables, con el Presidente, de la política exterior.

Actualmente basta la sugerencia de cualquiera para una visita a Estados Unidos o Francia y España. Son los paseos predilectos.

Al arribo de Trump, los diputados han estado dando vueltas como trompos, van, vienen. Sólo comentan que fueron a resolver el asunto de las expulsiones y la represión contra los mexicanos. Y nada logran. Todo sea por disfrutar a la salud y costo de los contribuyentes. Se vale…