Una dictadura a la que nadie se atreve a llamar por su nombre

 

Un tirano buena onda para algunos pero tirano al fin


Desde el anuncio que el presidente cubano Raúl Modesto Castro Ruz hiciera el 25 de noviembre sobre el fallecimiento de su hermano, mucho se ha hablado de la incuestionable importancia de la figura que Fidel Castro tuvo dentro de la historia del siglo XX y parte del XXI. Se ha hablado del estadista, del revolucionario, del guerrillero, del ideólogo, del comandante, pero pocos han hablado del dictador, porque nos guste o no, finalmente eso es lo que fue, un dictador. Un tirano si se quiere. Un tirano buena onda para algunos pero tirano al fin.

De acuerdo a la teoría política una dictadura es un régimen en el que el poder es ejercido de manera absoluta por una sola persona, sin limitación en el tiempo y eso fue justamente lo que Fidel Castro hizo desde 1959 hasta 2006, año en que le heredó el control de los destinos de la isla a su hermano Raúl, quien por cierto hoy por hoy es también un dictador.

Al margen de las filias y las fobias ideológicas que podamos tener, hay que llamar a las cosas por su nombre. Al final de cuentas no se puede tapar el Sol con un dedo. En este sentido no deja de llamar la atención el hecho de que personajes que se dicen y se han dicho siempre amantes y promotores de valores como la democracia y la libertad, ignoren hechos evidentes como que en Cuba no hay la más mínima libertad de expresión, de asociación, de manifestación, de información y de circulación y vean a Fidel Castro como una figura entrañable digna de ser alabada y emulada, lo cual resulta de una contradicción rayana en la esquizofrenia. Es comprensible que la incongruencia sea parte de la naturaleza humana, ¿pero tanta?