Una tradición perdida

MÉXICO, D.F., 22DICIEMBRE2015.- Atrás del mercado de Sonora, una familia se gana la vida vendiendo piñatas que ellos mismos elaboran; diariamente realizan unas 400 piñatas, las cuales vende en 30 pesos cada una; cada integrante de la familia realiza una parte del proceso, que les lleva unos quince minutos por piñata. FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM 

Los mexicanos perdemos las tradiciones ancestrales, o las cambiamos por otras aleves, ajenas y sin chiste


Transformados en clones de los habitantes del país del norte, los mexicanos perdemos las tradiciones ancestrales, o las cambiamos por otras aleves, ajenas y sin chiste.

Veamos: de las posadas casi nadie se acuerda. Sí, en términos de reunión de cuates para el chupe y el bailongo, pero sin el rito amable, gracioso y grato de la marcha de los peregrinos en la búsqueda del sitio donde serán acogidos y enviados a un establo.

Imprescindible, la piñata de siete puntas que de acuerdo con versiones en circulación y que antes no sabíamos, representan los siete pecados capitales, a los que hay que agarrar a palos hasta terminar con ellos.

Frutas y colaciones que representarán la bonanza, los alimentos que nunca deben faltar en la mesa de todos y los dulces que hacen más amable la vida, más disfrutable.

El fin de año pocos son los nacimientos que son imaginados, nunca como antes, y a la vista de los viandantes. Se presumía la calidad escenográfica de quienes habitaban determinadas casas que, sin decirlo, concursaban por el Nacimiento más hermoso del barrio.

Hoy se coloca un pino, árbol de las montañas al que cuelgan una serie de luces y esferas brillantes que representan la nieve que se abate en las regiones nórdicas o donde el clima extremo hace que el paisaje se convierta en blanco.

Alrededor se prepara la colocación de regalos, muy de moda el intercambio con quienes asistirán la Nochebuena a la cena con que se celebra la llegada de alguien. A estas alturas hasta eso se perdió, el nombre del que vino a la salvación de la humanidad. Versión cristiana, desde luego.

El siguiente día los niños amanecen con juguetes nuevos. Los llevó Santa Clos, Papá Noel, San Nicolás o en versión chilena, el Viejo Pascuero.

Los Santos Reyes, pasaron a segundo plano,  el 6 de enero premiarán a los niños bien portados, pero como se adelantó el güero de la barba blanca y el uniforme rojo, sólo tendrán regalos los descendientes de padres adinerados.

Las autoridades de la capital, contribuyen a la muerte de esta tradición sacando de la Alameda a los Reyes Magos. Ya no habrá paseos familiares para la foto acostumbrada, pero así vamos, hasta la imaginación se ha perdido: mensajes en redes repetitivos, lugares comunes y generalización de buenos deseos para un año que todos vemos con temor… de cualquier forma: ¡Feliz año 2017!…