Viene… viene…

 

Se habló del riesgo de los “viene… viene” a los que ligaron con la delincuencia


Las autoridades capitalinas se volvieron loquitas.

Empezaron con estacionómetros en las calles que se les inflamaron las amígdalas, fijaron las tarifas que se les ocurrió, hasta que intervinieron unos listos: Operadora de Estacionamientos Viales con oficinas en toda la Zona Roja (o Rosa, no sé) y en Reforma 222.

Allí se inició una labor de destazamiento de la ciudad, hazaña de cirujanos para encontrar dónde y de qué hora a qué hora serán más redituables los estacionómetros, aquí llamados parquímetros.

Ante la protesta inmediata de los vecinos de los barrios donde se colocaron, se habló del riesgo de los “viene… viene” a los que ligaron con la delincuencia, argumento falso porque infinidad de moradores, por ejemplo, en la Roma Norte el caso de los Taibo, los acomodadores no sólo auxiliaban en ubicar sus autos, sino que impedían que los rateros hicieran de las suyas robando espejos, tapones (ya casi sin uso) y más.

Como dato agregado se ofreció un porcentaje de lo que se recabara; se entregaría a los vecinos para que arreglaran banquetas, taparan baches y libraran de esas obligaciones al Gobierno capitalino y las delegaciones.

Como no hay mecanismo para vigilar la recaudación, nunca se sabe cuánto corresponde ni cómo se aplica. De hecho, y según usos y costumbres del desastroso gobernador del antiguo Distrito Federal hoy –por sus aguacates– Ciudad de México, lo único que se hizo fue privatizar la vía pública en beneficio de una empresa que en principio se atribuyó al hermano de Marcelo Ebrard, igual que las arañas y las grúas, complementos necesarios para exaccionar a los automovilistas.

Como Ternurita ya se va, le urge acumular centavitos en sus cuentas en México y donde las tenga. Entre las múltiples y geniales ideas nuevas está la extensión del horario de cobro: ahora será hasta la una de la mañana. Sí, como se lee: hasta la una del día siguiente se aplicará la cuota por el uso de las vías.

Con paciencia. Habrá que esperar al gentil ciudadano que, como en el caso de las fotomultas, se inconforme por este atraco y provoque que los muy justos y acertados señores de toga y birrete, los jueces, declaren ilegal la privatización del espacio público en favor de particulares, junto con la colocación de arañas, arrastre de grúas y cobro de sanciones.

Pero no sucederá y ¡cuidado! porque las torres frente a la Rectoría van, como Metrosiete pese a amparos y zarandajas legaloides.