Waterloo

 

La elección del Estado de México es la batalla que no puede perder el presidente Peña y su partido


Hace algunos años, en los albores del éxito de la Transición española, en mi paso de la función pública a la privada, un banquero me hizo una prueba. Me proyectó la película Waterloo y me pidió mi opinión.

De la película le dije que me había gustado y sobre la lección de historia le dije que Waterloo era la única batalla en la que Napoleón no se podía dar el lujo de perder, y que seguramente esa fue la razón por la que al final la perdió.

Ahora la elección del Estado de México es como Waterloo, es la única batalla que no puede perder el presidente Peña Nieto y su partido. Y no la puede perder por razones objetivas –como le ocurrió al emperador Napoleón– puesto que significaría el fin de su mandato, ni por razones subjetivas que son los temores acumulados –como en una maldición shakesperiana– sobre el precio que paga todo ser humano para conquistar el poder.

Habrá dinero, habrá fuerza, habrá dedicación y van a tratar de aplastar, pero también se observan grandes elementos diferenciadores.

Para empezar, la división interna. No hay que confundir los aplausos con lo que realmente siente la militancia. Y para continuar, hay que saber que en política a veces se acierta y, a veces, te pongas como te pongas, no dejas de fracasar.

En ese sentido, la mejor opción para la presente administración es que el PRI siga ocupando el despacho del palacio de Gobierno en Toluca, como ha sucedido en los últimos 88 años, pero ahora con la llegada de Alfredo del Mazo.

La segunda opción, sería que ganara el PAN y que alguien que ya ha ocupado muchas carteras, y que ha visto lo rápido y evanescente que es el poder, como Josefina Vázquez Mota, se siente en la silla que un día ocupó Peña Nieto.

Y la tercera opción, la que no quieren bajo ningún concepto, es que la maestra Delfina Gómez y Morena se sienten en esa silla.

El líder de Morena haría muy bien decretando una cruzada del silencio, porque tan sólo con lo que sucede a su alrededor le sería suficiente para llegar con comodidad a la silla del palacio de Toluca, y si eso sucediera pasarían dos cosas.

Primera, el tiempo de gracia para aplicar la justicia que él representa se va a acelerar, ya que la gente quiere acciones inmediatas y las quiere ya. Y, segunda, quedaría de manifiesto que aún no ha conseguido crear la plataforma de regeneración nacional frente a la sociedad mexicana.

Pocas elecciones han sido hijas del miedo y del terror como ésta, y es que cuando uno tiene miedo suele ser violento y no piensa con claridad.

Esto puede ser el Waterloo, no sólo de un presidente, no sólo de un partido, sino de una manera de entender la política en muchos lugares del mundo, donde gran parte de los sistemas han llegado a su fin.