Él es un orgullo mexicano en Google

 

Diego de Granda sufrió un accidente, pero su pasión por la tecnología no tiene límites


AUTOR: ROGELIO SEGOBIANO

Etender en qué consiste el trabajo de Diego de Granda, un joven mexicano de 30 años de edad, no resulta sencillo en principio, pues hace menos de un lustro su “profesión”, a lo que hoy se dedica en cuerpo y alma, no sólo no existía en el catálogo de actividades profesionales, sino que nadie la imaginaba. De hecho, es un trabajo tan nuevo, poco común y altamente especializado, que en México no debe de haber más de 10 personas que estén debidamente certificadas para llevarlo a cabo, y en América Latina la cifra apenas podría llegar a los 35 o 40 individuos.

Por eso, cuando Diego se presenta con alguien que no forma parte de su círculo laboral, siempre debe realizar una larga y detallada introducción de lo que significa ser un GDE, un Google Developer Expert. Dicho con peras y manzanas , De Granda es esa persona experta a la que acuden los demás casi expertos cuando están “atorados” o quieren resolver algún problema que involucre el uso de nuevas tecnologías, desarrollo de juegos de video para aparatos móviles o la creación de un sinfín de aplicaciones móviles y para la web.

Y no es que Diego de Granda sea un genio que sabe mucho de todos los temas, sino que como GDE, él sabe cuáles son las más adecuadas herramientas digitales creadas por Google, que se deben utilizar para encontrar las mejores soluciones posibles para los problemas o necesidades de cada empresa o usuario.

“Soy un GDE que se ha enfocado más en el área de desarrollo y tecnologías web, así como en diseño Sprint Master”, dice Diego. Este joven es fundador de Google Developer Group Polymer México, la primera y más activa comunidad en América Latina de desarrolladores de Polymer, con más de 1 800 miembros activos. “Polymer es una librería de Web Components diseñada para hacer más fácil y rápido para los desarrolladores el crear grandes componentes reutilizables para la web moderna”, asegura De Granda.

Diego cuenta que también es profesor (Batch Master) en la escuela Dev.f, “considerada la academia de hackers más grande de México, con más de 1 000 estudiantes egresados a lo largo de 11 generaciones”. Al respecto, Manuel Morato Mungaray, amigo de De Granda y cofundador de Dev.f, revela que en verdad se trata de una escuela para hackers, “pero hackers en el buen sentido de la palabra; porque no somos de los que se roban contraseñas o quienes hacen crímenes cibernéticos. Al contrario, somos desarrolladores que construimos, a través de los sistemas informáticos, nuevas formas para mejorar diferentes factores de la sociedad, con elementos de creatividad e innovación”.

UN PROYECTO SOBRE RUEDAS

Hace once años, cuando Diego de Granda estaba por cumplir los 19, unos amigos lo invitaron a una reunión y le prometieron que lo regresarían a casa en el auto de uno de ellos, antes de la medianoche. Diego no fuma ni toma alcohol. Y esa noche tampoco lo hizo. Pero uno de sus amigos sí bebió y se negó a cederle las llaves del coche a alguno de sus dos acompañantes. En estado de ebriedad, condujo a gran velocidad por las calles de la Ciudad de México. Diego viajaba en el asiento trasero, del lado del copiloto, y cuando le pedía a su amigo que se calmara y le bajara al acelerador, sólo sintió cuando algo se impactó contra ellos.

“Todo pasó tan rápido que ni siquiera supe con qué o con quién chocamos. A los pasajeros de adelante no les pasó absolutamente nada. Ni un rasguño. Salieron caminando. Pero yo no tuve esa suerte y recibí gran parte del impacto en la espalda. Dos vértebras de la columna me estallaron. Jamás volví a caminar. Mi cuerpo perdió toda sensibilidad y movilidad del pecho para abajo”, recuerda Diego, con la voz entrecortada, mientras se balancea, de manera inconsciente, en su silla de ruedas.

—Está de la fregada poder moverse en la ciudad si eres discapacitado y estás en silla de ruedas, ¿sabes? –me dice Diego.

—Pero el Metrobús cuenta con rampas de acceso y lugares adaptados para poder viajar en silla de ruedas –le respondo.

—Sí existen esas facilidades, sin embargo no es algo que funcione, porque la mayor parte del tiempo viene muy lleno y es casi imposible subirse. Ni a los choferes ni a los usuarios les gusta esperar tanto tiempo para que te subas y te sujetes en los espacios designados. La gente se enoja mucho contigo. Para colmo, yo ya me caí tres veces de la silla al subir o bajar del Metrobús. No es opción.

—Debes viajar en taxi…

—Pues sólo cuando te hacen la parada y te quieren llevar con la silla de ruedas, porque la mayoría de los taxis se siguen de largo o, cuando se detienen y te ven, te dan pretextos muy tontos para no subirte. Sólo te queda pedir un Uber. Ellos siempre te llevan y te dan un buen trato, pero sale muy caro, sobre todo si debes realizar varios viajes al día. Según mis cuentas, hay semanas en que llego a gastar hasta 70 % de mi sueldo sólo en transporte. Y no es nada más mi caso, porque lo he platicado con otras personas con discapacidad y todos enfrentamos el mismo problema.

El tema de la movilidad para personas con discapacidad es lo que ha llevado a Diego de Granda a mostrar su faceta como emprendedor y habla del proyecto social que ha desarrollado desde hace un par de años, mediante el cual pretende crear, en una zona de la capital, una serie de estaciones, similares a las del programa EcoBici, en las cuales las personas en sillas de ruedas puedan encontrar monociclos eléctricos que se enganchen a sus sillas, convirtiéndolas así en una suerte de triciclos motorizados que faciliten su movilidad.

“Ya construí yo mismo un monociclo eléctrico de prueba –dice Diego con gran entusiasmo–. Tomé por Internet varios tutoriales de mecánica y electricidad para ver cómo podía hacerlo y estudiar si realmente era una buena opción, además de analizar los problemas a los que me podía enfrentar con la batería, la velocidad del motor, el sistema de frenos, las medidas de seguridad, el mecanismo de enganche a la silla de ruedas y todo eso. El resultado ha sido realmente muy positivo, pero todavía falta mucho trabajo por hacer”.

“Según cifras oficiales, de las 400 mil personas que se ven obligadas a utilizar silla de ruedas en todo el país, poco más de 250 000 viven en la Ciudad de México. Hay gente que las usa de manera temporal, mientras se recupera de alguna lesión, y otro tanto lo hace de manera permanente, porque tienen alguna discapacidad que limita su movilidad, pero todos necesitamos trasladarnos de un lugar a otro para ir al trabajo, la escuela, el restaurante, el hospital, y si no podemos utilizar el transporte público, las estaciones de monociclos pueden ser una buena alternativa”.

MEJORAR LAS APP

Mientras llega el día en que Diego de Granda podrá ver cristalizado su sueño, también se desempeña como jefe de Tecnología en una incubadora llamada Demos, en donde su labor consiste en impulsar proyectos de impacto social generando tutoriales para YouTube en formato MPV. También es jefe asesor de Tecnología y jefe de Entrenadores en una “aceleradora” de proyectos llamada Labora, que está enfocada principalmente en las startups (emprendimientos tecnológicos de alto impacto) pues ellos necesitan medir su impacto y ofrecer soluciones a problemas sociales y para ello consumen datos abiertos.

Y como si no tuviera suficiente, De Granda acaba de crear junto con dos amigos la compañía TechTam, con la que planea ofrecer apoyo a desarrolladores de las app, pues considera que muchas de las aplicaciones que hay en el mercado latinoamericano están realizadas con tecnología obsoleta y son muy poco útiles.

“De cada 20 apps que puedes encontrar en una tienda digital, sólo una o dos tendrán una utilidad práctica para la mayoría de la gente, porque las otras 18 las van a utilizar un par de veces y se olvidarán de ellas. Entonces, lo que en TechTam le estamos proponiendo a los desarrolladores es el uso de las nuevas herramientas que Google está liberando para hacerlas más atractivas y funcionales. Nuestra chamba es estar en los encuentros y presentaciones de tecnología más importantes a nivel mundial, para hacer tutoriales tropicalizados y a la medida de los desarrolladores de América Latina, porque son esos los que mejor les funcionan”, explica De Granda, quien también fuera uno de los pilares del sitio ShoeLovers, un grupo en la red de fashionistas y coleccionistas de zapatos, con más de 40 millones de usuarios activos en el mundo.

*La versión original de esta historia fue escrita por Rogelio Segoviano y fue publicada el 29 de enero de 2017 en la edición núm. 771 de CAMBIO.

 

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