Leyendas sexuales. El sexo ruidoso ha muerto

 

Al menos para las parejas que compraron un depa en la CDMX


el sexo ruidoso ha muerto. Al menos, ha muerto para las parejas que han tenido la fortuna de comprar un departamento nuevo en la Ciudad de México. ¿A quién se le habrá ocurrido construir los edificios con muros de papel, donde hasta el más mínimo suspiro se escucha al otro lado?

No creo necesario decir que no sé nada sobre arquitectura. Lo que sí sé es que a mucha gente le gusta que sus relaciones sexuales involucren sonidos. Hay quienes están a gusto con sólo unos gemidos que consideran sexis, mientras que a otros les encanta pegar de gritos como si estuvieran en pleno festejo del 15 de septiembre.

Hay para todos los gustos. Una vez, un amigo mío se quejó de que la chica con la que estuvo gritaba tan fuerte que temía que los vecinos creyeran que la estaban matando. He conversado con otros chicos a quienes les parece que si su pareja no gime estilo película para adultos, entonces no disfruta el sexo.

En todo caso, la opción de subir mucho el volumen de los sonidos del placer está casi extinta si uno tiene un poco de pudor. Los edificios nuevos son construidos con quién sabe qué materiales y basta con que uno hable un poco fuerte para que los vecinos se enteren de todos los problemas maritales.

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Claro que hay a quien no le importa que todos se enteren de lo que hace, cuándo lo hace, durante cuánto tiempo y con quién (o con quiénes). Me atrevo a decir que incluso a algunos los enorgullece que todo el edificio se despierte y muera de envidia mientras ellos están dándole con todo a la pasión. Y cuando los inquilinos son más o menos de la misma edad, quizás –sólo quizás– no haya tanto problema porque entienden que todos pueden tener una vida sexual, pero si acaso hay personas de la tercera edad o familias con niños pequeños, los reclamos no se harán esperar.

Incluso esos coquetos ventanales que van de piso a techo pueden ser una trampa. Hace unos meses, unos ruidosos gemidos me sacaron de mi sueño. Pensé que alguien tenía sexo en plena calle. No me acerqué a la ventana porque, honestamente, en ese momento no estaba de humor para hacerle a la voyeur, sin embargo, traté de identificar de dónde provenía el alboroto y me di cuenta de que debía ser de uno de los (miles de) edificios nuevos que construyeron en mi cuadra. Además, la calle es tan silenciosa que se escucha hasta cuando las personas van platicando por la banqueta, imagínate cómo se oye el sexo duro.

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Otro aspecto sonoro que ahora también hay que cuidar en el sexo es su “sede” dentro de la casa. Cuidado si la cama rechina, si el sillón tiene una pata coja o si la mesa del comedor es demasiado ligera y se recorre con cada movimiento de cadera. Hasta ese tipo de sonidos alertará al vecino de abajo acerca de lo que sucede sobre su cabeza.

¿Qué hacer ante este panorama? ¿Estamos condenados a una vida sexual a señas? No necesariamente. Una opción, que incluso puede hacer divertido el encuentro, es irse a un hotel de paso. Ahí sí que, tristemente, pueden golpearte y nadie acudirá a ver a qué se debe tanto escándalo. ¿Por qué pagar por algo que puedes hacer en tu casa? Yo digo, ¿por qué no?

Y bueno, para quienes no tienen el menor problema con que sus aullidos, los de su pareja o la rechinadera de colchón se escuchen a 50 metros a la redonda, ni hablar, continúen su cátedra de habilidad sexual. Eso sí, los que necesitamos dormir ocho horas diarias les pedimos que sus maniobras se realicen en horarios respetuosos, porque eso de despertar a gritos a mitad de la noche no es nada agradable; menos aun si uno está solito en la cama.   

* Periodista especializada en salud sexual.

@RocioSanchez

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