La ruta de los revolucionarios en la capital

 

Tenían como meta final la Ciudad de México, para legitimar el triunfo


Una década entera de lucha y caos, una nación con hambre de justicia, y un conflicto armado que afectó cada rincón de su territorio, fue así como dio inicio la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910.

Los valientes revolucionarios mexicanos trazaron sus propios caminos estratégicos, creando rutas a través de varios estados del país, dejando detrás una huella imborrable de coraje y determinación.

La entrada triunfal de los ejércitos villistas y zapatistas a la Ciudad de México, fue un momento decisivo y simbólico de la Revolución Mexicana.

Para finales de 1914, el enfrentamiento armado que había iniciado en 1910 se encontraba en un momento crucial, la División del Norte, a cargo de Francisco Villa y el Ejército Libertador del Sur, por Emiliano Zapata, consolidaban sendas victorias en distintas ciudades del país.

Ambas escuadras se habían manifestado contra Venustiano Carranza, a quien desconocieron como presidente.

El 4 de diciembre de ese año, Zapata, conocido como El Caudillo de Sur y el general Pancho Villa, quien también era llamado El Centauro de Norte, entablaron una histórica reunión en Xochimilco, la cual había sido pactada por Alfredo Serratos.

Los caudillos, quienes se habían jugado la vida por la misma causa, se dieron un saludo efusivo, almorzaron un mole con guajolote, tamales y frijoles, y se cuenta que el mismo Zapata cedió la silla principal a su invitado.

En el encuentro entre ambos generales, dejaron en claro que la lucha emprendida era en común a fin entre ellos y que ninguno tiene aspiraciones presidenciales.

Ese día firmaron el Pacto de Xochimilco, con el que se consolidó la alianza de ambas fuerzas revolucionarias. Además, pretendía promover las reformas agrarias plasmadas en el Plan de Ayala y encabezar la sucesión presidencial de manera democrática con un civil a la cabeza.

Finalmente, el 6 de diciembre de 1914, ambos ejércitos entraron triunfalmente en la Ciudad de México. Las fotos que se conservan de ese histórico día, muestran el momento en que los surianos con vestimenta de charro y los villistas con su uniforme caqui y de sombrero de fieltro, escoltaban a sus comandantes en jefe.

Tanto Villa como Zapata, recorrieron juntos las calles de la capital del país, acompañados de sus fuerzas militares y campesinas, hasta llegar al Palacio Nacional, dónde Venustiano Carranza había permanecido dirigiendo el país hasta su huida hacia Veracruz.

La toma de la Ciudad de México

El 26 de noviembre de 1914 las tropas del General Zapata llegaron a la ciudad, en donde establecieron su cuartel general en Xochimilco. El sábado 6 de diciembre el gran Ejército Convencionista que lideraban Zapata y Villa abarrotó el Paseo de la Reforma, los alrededores de Chapultepec y Anzures, con aproximadamente 50 mil hombres.

Todos los habitantes de la capital querían ver al ejército que marchaba por Paseo de la Reforma con dirección al Palacio Nacional en un ambiente de júbilo y bajo una lluvia de flores que la gente arrojaba por las calles, mientras se escuchaba en conjunto las voces de “¡Viva Villa!”, “¡Viva Zapata!”.

Una vez en el Palacio Nacional, el entonces presidente Eulalio Gutiérrez los recibió cordialmente. En el recinto les fue ofrecida una comida, tras la cual se describe uno de los episodios más curiosos de la visita, cuando Villa se sentó en la silla presidencial con Emiliano Zapata a su lado, un momento inmortalizado en una emblemática fotografía de la época revolucionaria.

Villa en la silla presidencial. Foto: Captura de pantalla, YouTube.

Los revolucionarios se hospedaron tanto en hogares aristocráticos, como humildes y visitaron la famosa Cantina de la Ópera, el Sanborn’s de los azulejos y muchos otros lugares, cuyas paredes conservan vivos los recuerdos de los revolucionarios.

La investigadora Elsa Aguilar Casas, asegura que históricamente “la ruta de la guerra de México, tenía como meta final la Ciudad de México”, por lo que toda fuerza armada debía buscar la manera de llegar a este simbólico lugar, que era sinónimo de la victoria. Era “el acto que legitimaba el triunfo de la Revolución Mexicana”.

 

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LAF