Ellas escaparon a la trata, ahora la combaten

 

Víctimas del delito, logran sobreponerse a violaciones


Pamela Muñiz y Zunduri (Ana Laura) conocieron el infierno, durante años fueron explotadas, utilizadas como objetos, maltratadas física y emocionalmente. En la denominada “esclavitud moderna”, ambas fueron víctimas del delito de trata de personas, pero lograron sobrevivir.

Durante tres años, Pamela fue obligada por su tratante y pareja Lino Flores a “atender a unos 30 clientes diario”. Sufrió en promedio unas 30 violaciones diarias. “En la noche que llegó él me dijo, ‘no pues qué padre cariño, te fue superbien, cumpliste la cuota (5 mil pesos al día)’”, recordó la joven, que en ese entonces tenía 19 años.

Mientras que, cautiva en una tintorería desde los 17 años, Ana Laura –quien ahora pide que la llamen Zunduri, que en japonés significa “niña hermosa”– durante cinco años tuvo que planchar cada día 276 camisas. “La dueña de la tintorería, Leticia Molina, me quitó la cadena del cuello y después me la colocó en la cintura ahorcándome sin poder respirar y así me obligó a trabajar más de medio año”, relató entre lágrimas Zunduri.

En México la organización The Walk Free estima que unas 376 mil 800 personas viven en esclavitud, en tanto que la fundación francesa Scelles asegura que medio millón de personas son explotadas sexualmente.

“Muchísimos niños viven en esta desgracia, se calculan 70 mil, 20 mil están en las fronteras, y 50 mil en el interior del país”, advirtió Rosi Orozco, presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata.

ESCAPAR DEL INFIERNO

Pamela fue explotada sexualmente en Puebla, Tlaxcala, Veracruz y Ciudad de México. En una ocasión un policía capitalino solicitó sus servicios. Le imploró ayuda, pero el oficial la delató. Ese día recibió una golpiza.

Su tratante tenía planes de mandarla a trabajar en Nueva York, Estados Unidos. Sin embargo, Lino Flores fue detenido –tras una denuncia anónima– por la policía capitalina el 7 mayo de 2012 después de que la golpeó en el barrio de La Merced. Para Zunduri su gran miedo era no entregar el total de camisas planchadas en la  Planchaduría Exprés en la delegación Tlalpan, los integrantes de la familia Molina la golpeaban con un bastón y herramientas para plomería cuando no cumplía con su encargo de alisar al día 22 o 23 docenas de ropa.

También le encajaban alfileres o la pellizcaban con unas pinzas. No recibía un salario y tenía que ganarse la comida. Para que no manchara la ropa limpia con la sangre que le escurría de la cabeza, le colocaron un trapo.
 El 22 de abril de 2015, tras armarse de valor durante tres días, Zunduri aprovechó que no le colocaron bien la cadena y escapó.

Las jóvenes de 29 y 25 años, respectivamente, se autodenominan supervivientes del delito de trata de personas, el tercer negocio ilícito a nivel mundial más redituable después del tráfico de drogas y armas.
 De acuerdo con la Comisión Intersecretarial para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos de Trata de Personas, de 2009 a 2016 las autoridades lograron rescatar a 10 mil 363 víctimas de este flagelo.
Pero no es un proceso sencillo, reconoce la exlegisladora Rosi Orozco, ya que en México este hecho ilícito es tolerado por la sociedad y, en algunos casos, los tratantes están protegidos por las autoridades. Además de que no todas las víctimas obtienen la ayuda especializada que requieren.

INSUFICIENTES REFUGIOS

A Pamela las autoridades la enviaron a un refugio para víctimas de violencia intrafamiliar. Ahí la discriminaban y no le permitían salir a la calle. “Fue como estar en una prisión de nuevo”, contó Pamela Muñiz. Sólo en Chiapas, Colima, Baja California, Ciudad de México, Estado de México y Puebla cuentan con un refugio para atender a las personas que son explotadas. Cuando Zunduri fue enviada a un hospital tardaron horas en atenderla. Le contabilizaron 600 cicatrices en todo su cuerpo. Ante la inacción de las autoridades es la sociedad civil la que presta el apoyo para sanar las heridas de las víctimas, como la fundación Camino a Casa.

Ahí las víctimas menores de edad reciben apoyo integral (médico, psicológico y laboral, entre otros).
En la mente de ambas mujeres aún quedan palabras que las herían mientras eran explotadas, en el caso de Pamela, recuerda: “la verdad, yo me sentía una basura, y más  porque él me decía que nadie me iba amar porque ya con cuántos (hombres) había estado”, expresó Pamela.

Zunduri mantiene presente los gritos de “lo mejor que puedes hacer es morirte”.

Sin embargo, ellas reconocen que con el apoyo de psicólogas recuperaron la confianza y el amor por sí mismas. Tienen recaídas, pero las superan.
”Como hemos podido les damos una vida digna, una vida con estudios, las que no tienen su propio negocio están estudiando, están con departamentos todas las que ya acabaron sus carreras”, explicó Rosi Orozco, cuya organización ha apoyado a 200 víctimas.

CASTIGO A LOS TRATANTES

Además de sanar física y emocionalmente, a las víctimas se les acompaña en el proceso legal contra sus victimarios.En el caso de Pamela, su tratante cumple una sentencia de 16 años por el delito de trata de personas en el reclusorio Oriente. Sólo cinco integrantes de la familia Molina que esclavizaron a Zunduri cumplen una sentencia de 30 años cada uno. “Aún tengo miedo, tengo miedo de salir a la calle, los otros hermanos de Leticia (su tratante) están libres”, dijo.

La Comisión Intersecretarial para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos de Trata de Personas informó que en siete años se han emitido 765 sentencias, de las cuales 732 son a nivel estatal y 33 a escala federal. De las sentencias en los estados 521 son condenatorias, 196 absolutorias y 17 mixtas. En tanto que a nivel federal, 26 son condenatorias, cinco absolutorias y dos mixtas. Orozco pidió sensibilizar a los policías, ministerios públicos y jueces para que el delito sea perseguido con severidad, pero también hizo un llamado a los padres de familia a estar alertas. “Los papás y mamás tienen que entender que esto nos puede pasar a todos, no es únicamente a cierto sector de la población, de cada cinco víctimas, una es contactada en Internet, en Facebook, en las redes sociales”, señaló.

DE VÍCTIMAS A DEFENSORAS

En 2013 Pamela aprobó el examen para cursar la licenciatura en Enfermería en la UNAM. El 30 de junio de este año se graduó y ahora cumple con su servicio social. Zunduri recuperó peso y cursa en línea su bachillerato. Quiere poner una pastelería. Las dos imparten conferencias y pláticas de prevención en primarias, secundarias, preparatorias y universidades sobre el peligro de la trata de personas. “Si la gente pasa por La Merced que no juzguen, no es una vida fácil, no saben si son víctimas”, señaló Pamela, quien busca sensibilizar a la sociedad y visibilizar este flagelo. Pidió a la ciudadanía denunciar en el número telefónico 01-800-5533-000 cualquier situación que considere un riesgo. Como parte de la campaña Una hoja en blanco, Zunduri y otras víctimas viajaron hasta El Vaticano donde conocieron al papa Francisco.

DISFRUTAR LA LIBERTAD

“Yo pensaba que no me iban a querer por lo que había vivido y ahorita ya llevo tres años con mi novio; ahora siento mucho apoyo con él, entonces estoy muy feliz, tengo muchos sueños, entre ellos especializarme, viajar, seguir luchando contra la trata”, expresó sonriente Pamela. “Me queda claro que quiero vivir, Dios me dio una nueva oportunidad de vida, quiero disfrutar mi libertad, disfrutar todo eso”, dijo Zunduri. Para las dos jóvenes, atrás quedó el infierno.