¿Mal necesario? “Hasta el tope”, vialidad en la Ciudad de México

 

“Hoy tenemos ciertamente una epidemia de topes"


Los topes  tienen la función de obligar a los autos a disminuir su velocidad o a frenar para dar oportunidad a los peatones de cruzar y evitar que pongan en riesgo su vida.

En la Ciudad de México, al igual que en otras zonas urbanas del mundo, fue común que los habitantes solicitaran a las autoridades la colocación de estas elevaciones en el pavimento a fin de  evitar accidentes viales afuera de escuelas, hospitales o áreas peatonales en donde no había semáforos o puentes.

Incluso, en algunas zonas, sin autorización los vecinos decidían su colocación, aunque dichos topes afectaran a los automotores al tener alturas elevadas y en general no cumplieran con  el ancho, la inclinación y la señalización adecuada para que resultara una efectiva medida de protección.

“Hoy tenemos ciertamente una epidemia de topes, y en muchos casos los construyen sobre todo en las zonas donde hay más vida de comunidad, se debe a que las velocidades son incompatibles de quien va a pie, en bicicleta o en otro medio que no sea el coche”, dijo al respecto la Subsecretaria de Planeación de Movilidad, Laura Ballesteros.

 Se calcula que en la Ciudad de México pueden existir más de 30 mil bordes y no todos los topes, indicó la funcionaria de la Semovi, atienden a las dos condiciones necesarias para su instalación: la seguridad  de peatones y ciclistas y la velocidad permitida, según la zona.

Los topes generan mayores emisiones contaminantes y  consumo de combustible, de acuerdo a un estudio de la UNAM, conclusión que no comparte  la subsecretaria.

“No es otra cosa más que un mito, porque al final del día lo que nos permite al disminuir velocidades es generar una velocidad constante”, comentó.

Con esta idea, sostuvo que no se deberían eliminar todos los reductores, sino evaluar si resultan necesarios y  modificarse para que se ajuste al entorno.

En un primer diagnóstico, la Secretaría de Movilidad (Semovi), la Secretaría de Obras (Sobse) y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) analizaron 389 topes, cuyo nombre correcto es reductor de velocidad (Revo) de los cuales se determinó que se retirarían 189 y en el resto se harían algunas mejoras, todos localizados en vías primarias.

Para una segunda etapa se prevé revisar cerca de 200 reductores más,  y se estudiará cuidadosamente cada uno “porque hay muchos de ellos que están colocados en zonas de hospitales, en escuelas o en mercados y están ayudando a la movilidad de las personas en donde se requieren senderos seguros para el cruce”.

Ballesteros explicó que los revos se pueden colocar tanto en vías primarias como secundarias,  en cruces donde no existan semáforos  y el mínimo de paso de personas sea de 100 por hora; si hay una curva muy pronunciada o una inclinación mayor a ocho por ciento; si la velocidad en la zona amerita un límite de 50 kilómetros por hora; sí se trata de áreas escolares o de hospitales.

“Cada diseño de tope nos garantiza un tipo de velocidad específica, entre más recta es la pendiente, menor es la velocidad del vehículo, entre más amplia es la pendiente se permite más velocidad”, explicó la funcionaria.

Los topes se dividen en tres tipos:

Trapezoidales, este tiene inclinaciones a los costados y una superficie recta en la parte superior a  nivel de banqueta  a manera de puente. Este modelo se implementará en vías secundarias con volúmenes de 500 autos o más por hora Sinusoidal, es un bordo y se colocará en vialidades con  velocidades de hasta 50 kilómetros por hora.

Vado, que consistirá en una hendidura, pero este sólo podrá colocarse en pendientes pronunciadas.

Hay un cuarto revo de forma circular el cual sólo se ocupará cuando se requiera un alto total del coche,  por ejemplo en las entradas de inmuebles.

La responsable de planeación de la Secretaría de Movilidad resaltó que los reductores de velocidad no funcionan por sí solos para evitar percances; aseguró que estas estructuras deben estar acompañadas de señalizaciones horizontales y verticales, que se refiere a los letreros para informar la ubicación de estos y  al balizamiento  en el pavimento para hacerlo más visible.

Puntualizó la dificultad de conocer el número exacto de topes.