Dignidad

 

Devolvamos la respetabilidad a nuestra gente más pobre


Rubén Lara León

Los programas sociales del gobierno, desde Salinas de Gortari y Solidaridad, hasta Oportunidades, del actual, han sido condicionados a sumisión política y renuncia a ideales y convicciones por parte de los mexicanos receptores de alguno de ellos.

Becas, lecherías, centros rurales de abasto, pisos y techos, calentadores solares, pies de cría, seguridad social, entre muchos otros beneficios sufragados con recursos públicos, o sea, con nuestro dinero, se dieron a cambio de incondicionalidad política, hasta rayar en la grosera petición directa del voto, “pues un cambio de partido en el gobierno te lo va a quitar”. De esta manera se mantuvo en la miseria, en la pobreza extrema, a millones de mexicanos.

El respaldo a los más necesitados, obligación primaria de cualquier gestión pública, se volvió un reservorio de miseria para preservar el poder, se perdió de vista la solidaridad social para convertirla en asistencialismo. Hasta da la impresión de que se buscaron multiplicar la necesidad y la ignorancia como mecanismo de salvaguarda del statu quo.

Todos los signos políticos lo practican.

Lo vemos en Coyoacán, Iztapalapa, Xochimilco y Gustavo A. Madero en la CDMX, pero también en entidades gobernadas –bueno, de alguna manera debe llamarse a lo que hacen– por PRI, PAN y PRD. Tinacos, tarjetas rosas, verdes y amarillas, despensas, uniformes y útiles escolares, entregados a cambio de la conciencia como contraprestación.

El nuevo régimen tiene un formidable reto para modificar esto. Lograr que baste la condición de mexicano, con condiciones claramente determinadas según el caso, para acceder a un hospital, una escuela o un servicio público. Regresar la dignidad a los ciudadanos. Devolverles la capacidad de votar, apoyar o criticar a quien quieran sin poner nada en riesgo. Suena a utopía, pero se acaba de demostrar que no hay paradigmas para siempre. Devolvamos la respetabilidad a nuestra gente más pobre.