La fiesta brava y el día que un torero huyó de ella

 

Según los detractores, una tradición no es suficiente para justificar la crueldad


AUTOR DEL TEXTO ORIGINAL EN REVISTA CAMBIO: ROGELIO SEGOVIANO

“Me faltaron huevos. Esto no es lo mío”. Esas fueron las palabras del novillero Cristian Hernández, cuando los reporteros lo acorralaron contra la barrera de la Plaza de Toros México para saber por qué había huido despavorido del ruedo, negándose a torear y matar a “Alucinado” y “Augurio”, las dos bestias de más de 450 kilos que le correspondía enfrentar la tarde del domingo 13 de junio de 2010.

Aún con el miedo en el rostro, el novillero queretano de apenas 22 años y ya con dos cornadas previas, confesaba ante la prensa que se había acobardado, que no quería volver a saber nada de la fiesta brava y que tomaba la decisión de retirarse de tan ingrata profesión, arrancándose de la nuca el mechón postizo de cabello que asemejaba la famosa coleta de torero.

Y mientras el joven queretano era denostado y ridiculizado por su ataque de pánico, la directora en México de AnimaNaturalis, la organización internacional defensora de los derechos de los animales, María Teresa Menéndez, mediante una carta le reconocía al novillero su valiente decisión de abandonar la idea de ser matador de toros.

“Para la mayoría de los medios de comunicación y aficionados taurinos, lo suyo fue un acto de cobardía, tachándolo de ensuciar la reputación de los toreros como hombres valientes”, le escribía a Cristian la vocera de AnimaNaturalis, quien calificaba de “lamentables” los abucheos de los espectadores “decepcionados por no ver satisfecha su sed de sangre y muerte”. En su opinión, el joven hizo lo correcto, “pues sentir miedo es humano y mucho más humano es dejar vivir cuando se tiene el poder de matar”.

Para ella, la renuncia del novillero representaba “una esperanza, porque demuestra que las personas cambian y pueden recapacitar y dejar de hacer algo que durante años consideraron lo normal”. Insistía en que Cristian había escrito una página nueva en el mundo del toreo, sin importar si sus motivaciones fueron por temor o compasión. 

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Y no sólo la directora en México de AnimaNaturalis le escribió al arrepentido torero, también Ingrid Newkirk, presidenta y fundadora de la poderosa organización Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), lo hizo para felicitarlo y hasta se ofreció a regresarle el dinero de la multa que pagó por no sacrificar a las bestias, además lo invitó a participar en algunas de sus actividades en contra de las corridas de toros, sin embargo Cristian rechazó ambas ofertas pues todavía sentía una gran empatía por la llamada “fiesta brava”.

Bravura y tradición

La corrida de toros es una de las costumbres populares españolas más conocidas, pero es también una de las más controvertidas. Esta “fiesta”, como le llaman los aficionados, no podría existir sin el toro bravo, un animal descendiente de una raza antigua que sólo se encontraba en España y que estaba emparentada con el primitivo urus. Apreciados por su cornamenta, muchas civilizaciones los adoraban –los cultos practicados en la isla griega de Creta, de donde surge la leyenda mitológica del Minotauro, eran los más conocidos.

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La tauromaquia, en sentido amplio, incluye todo el desarrollo previo al espectáculo como tal, desde la cría hasta la confección de la vestimenta de los participantes, además del diseño y la publicación de carteles que varían según los países y regiones donde se le considere como parte de la cultura nacional.

La bravura es la esencia misma de la tauromaquia, razón por la cual los ganaderos tratan de mejorarla constantemente. Los toros, se dice, llevan una existencia placentera durante cuatro años hasta el momento en el que se ven empujados hacia la plaza. Antes de saltar al ruedo, el toro nunca ha visto a un matador ni un capote, su instinto lo lleva a embestir.

Tortura no es cultura

Desde que surgieron las corridas de toros en el siglo XVIII, las críticas y la polémica han estado presentes, incluso con prohibiciones temporales, desde sus inicios hasta la actualidad. 

Bajo los lemas “La tortura no es cultura”, “La tradición no es una excusa para la crueldad” y “Los animales no son nuestros para comer, vestir, experimentar o usar para entretenimiento”, la organización PETA cuenta con casi 5 millones de miembros en todo el mundo, lo cual la convierte, junto con Greenpeace, en una de las agrupaciones de defensa de los derechos animales más grande del planeta.

De acuerdo con informes de PETA, cada año más de 40 000 toros son brutalmente asesinados en las plazas de todo el mundo. Aseguran que “desde el momento en que los animales entran a la plaza, estos pierden toda oportunidad. Pueden ser debilitados por golpes con bolsas de arena o con laxantes; estar drogados o tener los cuernos afeitados para perjudicarles sus movimientos. También les aplican vaselina en los ojos para mermar su capacidad de medir la distancia”.

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Su informe señala que durante una corrida los picadores dirigen sus lanzas hacia los músculos del lomo y cuello del toro, lo que genera una grave pérdida de sangre y les dificulta subir la cabeza y defenderse. Después, los banderilleros clavan sus coloridos arpones (banderillas) en el lomo del animal mientras otros de sus compañeros lo distraen. Una vez que el toro está debilitado por la pérdida de sangre, ellos corren en círculos alrededor suyo, hasta que se marea y deja de perseguir.

Finalmente –prosigue el informe–, aparece el matador, quien luego de provocar algunos embistes por parte del animal moribundo, ataca al toro con su estoque. Si falla y sólo consigue mutilar al animal, un ejecutor es llamado al ruedo para darle la estocada final al exhausto y sumiso toro, hasta que muere. “El estoque le corta la espina dorsal al animal, aunque también puede fallar y dejar al animal paralizado, pero todavía consciente. Así, será encadenado por los cuernos y arrastrado fuera de la arena”.

Toreros desempleados

Cuando el gobierno de la ciudad de Bogotá, en Colombia, prohibió las corridas de toros en la plaza La Santamaría, un grupo de matadores y novilleros protestó airadamente por la medida, pues decía que, además de atentar contra las tradiciones de un pueblo, se le estaba cerrando una fuente de trabajo. Al ver que sus reclamos no hacían eco en las autoridades ni en la prensa ni en la Corte Constitucional de Colombia, los jóvenes novilleros decidieron presionar un poco más e iniciaron una huelga de hambre en las puertas de la arena.

El Gobierno estaba decidido a no dar marcha atrás a la medida, mas al ver que los novilleros se mantenían en la postura de recuperar sus fuente de trabajo, intentaron comenzar a negociar con ellos. Pero al darse cuenta de que el alcalde de Bogotá podría ordenar la reapertura de la Plaza La Santamaría para levantar su imagen ante el electorado, la presidenta de PETA, Ingrid E. Newkirk, inició una contraofensiva a fin de evitar que les arrebataran su triunfo, y envió cartas a políticos, medios de comunicación y organizaciones sociales, inlcuso a la Corporación Taurina de Bogotá, en la que ellos se ofrecían a pagar a los matadores los gastos de capacitación en áreas específicas de empleos no violentos.

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En su carta, Newkirk señalaba que trabajar en una serie de industrias interesantes y no violentas “ayudaría a los toreros a evitar la burla universal, y en cambio aprenderían oficios honorables”. Y cuando todos comenzaban a creer que se trataba de una propuesta seria y amigable, la dirigente de la organización mostraba su lado sarcástico al señalar: “Dado que a los toreros la muerte no les resulta incómoda –ya que disfrutan de encajar lanzas, apuñalar y matar toros– los empleos más adecuados en los que podrían entrenarse serían como operadores de agencias funerarias, cosmetólogos mortuorios o guardias de seguridad de cementerios”.

Estocada a la ley

Dicen que del plato a la boca… se cae la sopa. Y eso pasó en octubre de 2015, cuando las organizaciones antitaurinas celebraban que Coahuila se convertía en el tercer estado de nuestro país en prohibir las corridas de toros (después de Sonora y Guerrero). No obstante un juez federal, dos meses después, revocó la decisión del Congreso local al conceder un amparo a los aficionados a la fiesta brava para que recuperasen sus tradiciones taurinas.

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De poco sirvió que en agosto de ese 2015 la actriz Kate del Castillo, miembro de PETA, le pidiera al líder del Congreso de Coahuila que apoyara la iniciativa del gobernador Rubén Moreira para prohibir las corridas de toros en la entidad –una propuesta que los defensores de los animales empujan desde hace cuatro años– pero que de un día para otro hizo suya Moreira y la banca priista. De acuerdo con Kate, encuestas locales arrojaban que 86 % de los coahuilenses estaban en contra de las corridas de toros.

La actriz hacía un especial énfasis en que, según reportes recientes de la ONU, “los niños sufren daño psicológico cuando son expuestos a los entrenamientos y a los espectáculos de las corridas de toros, porque son barbáricas de principio a fin”.

Para ella, en los años recientes, México había demostrado ser una nación con visión de futuro y realizaba “grandes avances para erradicar formas anticuadas y crueles de entretenimiento, las cuales les causan a los animales un gran daño. Hemos prohibido el uso de animales silvestres en circos a nivel nacional, y dos estados ya han prohibido las corridas de toros”.

Y en un principio tuvo éxito, el Congreso prohibió las corridas de toros, pero poco les duró el gusto, los amantes de la fiesta le dieron una estocada a la ley. Ahora, quien más celebraba era el torero retirado Eloy Cavazos, uno de los mejores matadores en la historia no sólo de Coahuila, sino de todo México.

Huevos nuevos

Lo que nadie imaginaba, mucho menos las organizaciones defensoras de los derechos de los animales, era que el domingo 11 de agosto de 2013, tres años después de aquella tarde en la que a Cristian Hernández le “faltaron huevos” y devolvió a dos toros vivos a los corrales, este regresaría con su muleta y su traje de luces a la Plaza México para participar en otra novillada.

Los antitaurinos tampoco olvidan este regreso al ruedo. No hubo nada más que miedo detrás del retiro temporal que pasó a la historia. Mientras, la defensa de los animales y la polémica ante la tauromaquia siguen y esta historia, para ambos bandos, continuará.