Millonaria compra del voto

 

Debiera indignarnos y cimbrarnos de vergüenza el hecho de que un tercio del total de empadronados haya recibido una oferta de dinero, tarjetas, entre otras dádivas


Más que la bárbara cantidad de asesinatos de políticos, alcaldes en funciones y candidatos a algún puesto público (suman ya 133 de septiembre a la fecha, mientras en la coyuntura de la pasada elección presidencial, 2011-2012, fueron solamente nueve), lo que peor habla de la deprimente calidad de nuestra democracia es la compra del voto. Debiera indignarnos y cimbrarnos de vergüenza el hecho de que un tercio del total de empadronados haya recibido una oferta de dinero, tarjetas, despensas, tinacos, pintura, materiales de construcción, incorporación a programas sociales, entre otras dádivas que no evidencian una imaginación excepcional.

Se dice fácil: unos 30 millones de adultos, hombres y mujeres, fueron tentados por estos regalos a cambio de votar por algunos candidatos, en orden de aparición, de la Coalición Todos por México (PRI, Panal y PVEM), de Por México al Frente (PAN, PRD, MC) y de Juntos Haremos Historia (Morena, PT y PES).

Este tianguis electoral quedó evidenciado mediante la encuesta Democracia sin Pobreza que levantó la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza. El sondeo mostró que 33.5 por ciento de los empadronados (cerca de 30 millones de mexicanos) fue coaccionado o se le quiso convencer de esta manera.

Preocupa que 2.5 por ciento de los encuestados confesó que los eufemísticamente llamados “promotores del voto” se quedaron con sus credenciales para votar, en flagrante violación a la ley en materia de delitos electorales. Hay, pues, 2.3 millones de micas de las que se hará un uso fuera de la norma. Algún consuelo queda al saber, mediante ese ejercicio estadístico, que buena parte de las tentaciones de compra fueron rechazadas en forma tajante e inclusive denunciadas.

Y también, muy a la mexicana, resulta que 79 por ciento de quienes admiten haber recibido regalos en efectivo o en especie dijeron no sentirse obligados a cumplir o que no ven alguna amenaza clara de que vayan a sufrir represalias por no votar por los candidatos a los que se comprometieron verbalmente a apoyar. En un país con tantos millones de pobres el dinero fácil se acepta sin demasiados tapujos morales, pero otra cosa es tomarse el trabajo de llevar una boleta ya cruzada para entregar la limpia al compravotos.

Acción Ciudadana Frente a la Pobreza explicó que, finalmente, la compra del voto es una práctica inútil en tanto no resuelve el problema de los pobres, no sirve para ganar una elección presidencial porque su peso no es determinante, pero es obviamente una labor inmoral, porque lucra con la necesidad de las familias.

Según la organización, el precio de cada voto, en zonas marginadas del campo y la ciudad, se tasa en unos 500 pesos, pero hay sitios de la ciudad de México, de Monterrey y de la zona conurbada de Guadalajara-Zapopan-Tlaquepaque donde puede llegar a los 10 mil pesos.

De hecho algunos agoreros de la debacle final del puntero en todas las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, de la Coalición Juntos Haremos Historia, aventuraron que habría el propósito de comprar o “rentar” hasta 10 millones de credenciales del INE a 10 mil pesos cada una, justamente, para asegurar el triunfo de José Antonio Meade, el candidato “ciudadano” oficial de Todos por México.

Una maniobra de esta envergadura haría demasiado evidente el fraude electoral.

La maquinaria de compra del voto de todos modos se echó a andar. Pero no parece que alcance para remontar más de 20 puntos de desventaja.